a mi padre, que murió soñando con un mundo más justo

lunes, 10 de septiembre de 2012

catalanes




Este verano coincidimos mi pareja y yo en un pequeño hotel del montaña del Pirineo aragonés con una maravillosa pareja de catalanes. Cruzamos algunas palabras en el desayuno y terminamos prolongando la conversación no sé cuanto tiempo más. Hablamos sobre todo de política, hubiera sido un placer continuar charlando con Carme y Fransec pero ese era nuestro día de vuelta hacia tierras extremeñas y no podíamos prolongar más el encuentro.
Ellos eran muy de izquierdas y muy catalanistas, muy de "su país". Evito emplear la mal usada palabra nacionalista, llena de connotaciones negativas siempre para la misma parte. Me explico: este término solo se usa para referirse a los nacionalistas periféricos y siempre con un matiz de insolidaridad y arrogancia. Carme y Fransec eran todo lo contrario arrogantes e insolidarios. Por lo poco que los conocí, ellos solo se sentían catalanes de la misma manera que otros se consideran húngaros, italianos o españoles. No eran nacionalistas radicales sedientos de odio contra la madre España. Nacionalistas radicales son aquellos que se llenan su cuerpo (pulseras, relojes, camisetas, cintas) y hasta el de su perro con la banderita rojoigualda y van cacareando por ahí su amor y defensa de España mientras anatemizan a cualquiera que haya cometido el "error" de tener otras sensibilidades culturales y emocionarse con otros símbolos, contar con otras fidelidades y asumir su pertenencia a otros grupos. De esos nacionalistas irracionales nadie habla, pero proliferan como la peste.
Y ahora tengo que hablar de la lengua. El Estado Español pudo haber construido una sociedad plural y respetuosa con la diversidad en su Hª contemporánea, pero optó por otro modelo centralista en lo político y dominador en lo cultural. Fue España  y no Cataluña la que convirtió la lengua en un arma de opresión política provocando como reacción que Cataluña la  convirtiera en un instrumento de resistencia política y cultural.
En este proceso de sometimiento cultural yo hablaría, a mi modesto entender, de tres hitos históricos:
-La derrota de los enemigos del pretendiente borbón en la Guerra de Sucesión supuso a comienzos del siglo XVIII  la eliminación de la peculiaridad foral catalana ( también del resto de la Corona de Aragón) y la imposición del Castellano como lengua oficial y administrativa.
-A finales del XIX y comienzos del XX la generalización de la educación primaria se hizo obligatoria sobre la base del modelo castellano. El castellano se afianzó como lengua de la cultura y la formación. Esto es especialmente evidente en el caso gallego y vasco, pero también se hizo patente en Cataluña.
-Y por último, la traumática experiencia franquista, especialmente dura si tenemos en cuenta que solo unos años antes Cataluña había logrado recuperar parcialmente su "soberanía cultural". El obsesivo nacionalismo español  con el discurso UNA NACIÓN, UNA CULTURA, UNA LENGUA, arrinconó la cultura catalana justo en el momento en que más recursos hubiera necesitado para integrar lingüísticamente a cientos de miles de extremeños, andaluces o murcianos que desde tierra de ámbito lingüístico castellano emigraron. Fransec me lo decía con disgusto sentados juntos en la mesa de aquel hotel pirenaico: muchos llevan 40 años allí y nunca han mostrado el mínimo interés por nuestra cultura o nuestra lengua.
Hoy no podemos entender la política lingüística del gobierno catalán sin remitirnos al pasado.  Las sociedades son como las personas, viven el presente y vivirán un futuro pero son esencialmente su pasado. La cultura catalana tiene hoy los instrumentos que le permiten compensar, al menos en parte, los errores de la historia, y tiene el derecho y la obligación de utilizarlos.
Pero esa politización que el nacionalismo español hizo de la lengua también trajo como consecuencia el completo desinterés, cuando no rechazo visceral, que muchísimos castellanoparlantes sienten hacia otras lengua peninsulares. Molesta escuchar en la tele a personar hablar otros idiomas "españoles"y es imposible escuchar en la radio un grupo musical vasco o catalán.
Quiero terminar con el cuestionamiento de otro argumento anticatalanista recurrente: ¿Porqué Cataluña no recorta más en gastos superfluos como son los derivados de la política lingüística y la difusión del catalán?, los que hacen esa pregunta no se cuestionan, sin embargo, porque España no cierra la mitad de  las sedes del  Instituto Cervantes o deja de gastar cuantiosos recursos en promocionar la expansión del castellano por el mundo. Detrás de esta crítica lo que hay es un discurso racista cultural: el castellano es un gran idioma, muy útil y muy hablado, sin embargo el catalán es una minúscula e inútil lengua minoritaria que no sirve para nada.
Como defendió Bernardo Atxaga para el caso vasco, no existen lenguas de primera y de segunda. Hasta la lengua más perdida de la Amazonía es para sus hablantes una forma de ver e interpretar el mundo, además de su más valioso patrimonio. ¿Porqué el mongol es menos que el castellano? dirán algunos que porque hasta hace poco no tenía escritura ni escritores como Cervantes. Todas las lenguas merecen el respeto que merecen sus hablantes; y el respeto nos lleva a interesarnos por ellas, a saber de ellas.
Los alumnos catalanes conocen a Cervantes o a Lope de Vega, pero ¿cuántos de mis alumnos saben que antes de que tan insignes escritores nacieran Ausias March o Ramon Llull elevaron la cultura catalana a cotas envidiables?.
Estuvimos hablando con Fransec y Carme de respeto. Él decía que ibas a una zona euskalduna y basta con un kaixo (hola en euskera) para que la actitud recelosa de la gente se destensara. Seguro que solo aprendiendo un puñado de palabras en catalán, vasco y gallego lograríamos demostrar por nuestra parte una actitud de respeto muy diferente y muchos de los malentendidos y prejuicios se derrumbarían como muros de arena.

2 comentarios:

Joselu dijo...

Leí tu post hace unos días y lo dejé pasar esperando otros comentarios que parecen no haber llegado. Es por eso que me animo a escribir para que seas consciente de que tus palabras no han caído en el vacío. Tú has referido una vivencia de una realidad catalana desde la distancia y tu interpretación ha sido generosa. Yo vivo sumergido en Cataluña cada día, cada minuto. Es mi realidad. ¿Cómo son los catalanes? Como otros cualquiera. Con sus virtudes y sus defectos a partes iguales. No los sé ver. Sí que entiendo que yo soy un elemento extraño al que se trata con condescendencia. Nunca seré catalán porque no lo siento y, por tanto, nunca se me tratará como tal. Para ser catalán de verdad tienes que compartir ciertas convicciones de las que yo carezco. Por eso no puedo hablar de cómo son los catalanes. Tal vez no hablen francamente conmigo porque me vean externo, sospechoso, no de auténtica confianza. Esa es la realidad, Juan Carlos, tal vez yo debería haber hecho más para compartir mitos y convicciones pero no tengo demasiadas, y ser catalán es harto complejo para entenderlo. Hubo un escritor italiano que fue invitado por la Generalitas para que conociera Cataluña. Pasó varios meses por aquí y al final llegó a la conclusión de que no había entendido nada. Yo tampoco y fíjate que llevo un porrón de años conviviendo con catalanes de pura cepa. Son dos mundos. Yo no estoy en el suyo. Eso no impide que nuestras relaciones no puedan ser extremadamente correctas y cordiales, pero nunca seré del núcleo esencial de Cataluña. No lo deseo, no lo lamento. Estoy bien aquí. Me gusta sentirme extranjero. Lo soy, pero en Extremadura también tal vez lo sería. No pienses que lo que escribo sea una queja. No lo es. No cambiaría Cataluña por nada, salvo por un montón de países menos ensimismados en sus mitos y su esencia e historia. Pero ya te digo que yo soy extranjero. Esa es mi realidad que no lamento ni aspiro a otro estatus.

Juan Carlos Doncel Domínguez dijo...

Joselu, gracias por seguir leyendo mis modestas reflexiones. Tengo pocos lectores y los que comentan mis entradas suelen hacerlo a través del facebook u otras redes sociales. Sé que Cataluña ha construido su identidad a partir de mitos pero en eso no difiere de otras naciones. No es ni peor ni mejor que otras, tampoco es más falsa o inconsistente por no tener un estado propio. Entiendo tu postura. Yo no tengo identidad nacional, nunca me he sentido español y vivo perdido entre españoles contumaces y decididos que aman su patria. Nunca lo he entendido y no me interesa su patria ni ninguna. Pero rechazo que haya un comité de sabios que decida que es nación y que no. Porqué España sí y Cataluña no? Porqué unas fronteras son auténticas y otras no valen y no tienen derecho a existir. No hay naciones verdaderas y naciones falsas. Como te digo, yo también soy un extranjero, lo soy en todos sitios, también donde vivo (que es donde nací).