a mi padre, que murió soñando con un mundo más justo

miércoles, 21 de mayo de 2014

epílogo


¿Porqué el cuadro de Pelliza da Volpedo en la cabecera del blog? porque no podía ser otro, representa demasiado para mí. Cuando era un adolescente descubrí esta pintura en los libros de Historia, era un recurso gráfico recurrente a la hora de abordar el movimiento obrero como consecuencia del surgimiento del capitalismo industrial en el siglo XIX. Cuando la observaba no resultaba para mí una imagen extraña, el hombre que comanda al grupo, serio y decidido , lleno de dignidad, parecía mi abuelo, vestía como él y tenía ese gesto y esa actitud (aunque mi abuelo no tenía barba). A la izquierda aparecía un joven con una chaqueta al hombro, ese era mi padre hace muchas décadas, cuando él y mi abuelo eran jornaleros en las tierras de Extremadura. Este blog ha sido un homenaje a ellos, por eso también ese título, ALZADO DEL SUELO, el título en castellano de la durísima novela de José Saramago sobre los jornaleros del Alentejo portugués.
Hambre, fatiga, humillación y frente a tanto escarnio y sufrimiento, dignidad y resistencia. Eso dice este cuadro, pero dice más cosas: esos hombres sencillos avanzan hacia el futuro, hacia un mundo mejor para los suyos. Mi abuelo apenas pudo disfrutar de ese nuevo mundo, mi padre podría haber disfrutado más de él pero la amargura por el tiempo que le quitaron y por la expectativas frustradas le aguaron la vejez. Ahora veo con claridad que el futuro hacia el que ellos avanzaban era yo y mis hermanos, yo los miro desde el futuro en el cuadro. Yo he sido todo lo que ellos podrían haber sido y no les dejaron ser: logré un acceso a la cultura y una vida digna. Recuerdo que una de las pocas veces que vi llorar a mi padre fue cuando llegué a casa con la noticia de haber aprobado las oposiciones de secundaria. Se echó a llorar como un niño en el pequeño comedor de su casa de protección oficial. Él, que con ocho años trabajaba de sol a sol, que apenas pudo ir a la escuela y era casi semianalfabeto, tenía un hijo profesor. Fue su gran victoria y yo tengo la obligación de responder al esfuerzo que hizo durante toda su vida para que se abriera una luz al final del túnel, aunque fuera en la vida de sus hijos y no de la suya. 
Hoy dispongo de un arma muy afilada que uso todos los días con una intención principal: honrar el recuerdo y la memoria de los humildes, de los nadies que lucharon y luchan por un mundo mejor; honrar la memoria de esos hombres de otra pasta que no se vendían por dinero aún no teniendo ni donde caerse muertos. Soy educador y entiendo que mi labor más sagrada en mi trabajo es esa, recordar a mis alumnos la injusticia social, la desigualdad y utilizar esa arma en defensa de un mundo más justo,  y hacerlo con criterio, sin dogmatismos, con rigor y sentido crítico, como me enseñó mi padre casi analfabeto. Siempre que haga eso sabré que estoy haciendo lo que debo y honrando a los mios.
Yo enseño en un centro pequeño de la Extremadura rural. Los bisabuelos y abuelos de muchos de mis alumnos fueron jornaleros, pastores, descorchadores o piconeros. No pocos tienen en sus familias historias trágicas de cárceles, mujeres rapadas y fusilamientos. Intento generar en ellos un poquito de conciencia social. Consigo poco, pero con algo me conformo. En ocasiones ésta ya existe, esta agazapada, dormida, solo hay que despertarla. Basta con que no se avergüencen de los suyos, que se enorgullezcan de su pasado, construido sobre unos dignos cimientos de sufrimiento y sudor. Si los hijos de los poderosos se sienten con frecuencia orgullosos de su origen, enarbolan sus títulos, sus logros y sus victorias, basadas en la opresión de los desvalidos y una abyecta ambición,  ¿porqué nosotros no nos vamos a sentir henchidos cuando recordamos a nuestra gente? ¿porqué?.
En el Libro de los abrazos Eduardo Galeano cuenta la historia de un obrero anarquista en la posguerra española. Recién salido de la cárcel, sin trabajo y con una mujer beata que hacía recitar a su hijo continuamente el catecismo. Ese niño no entendía la razón por la que su padre era un terrible pecador, un ateo condenado al infierno y preguntó a su padre: "Si Dios no existe, ¿quién hizo el mundo?" a lo que respondió su padre: "Tonto, al mundo lo hicimos nosotros, los albañiles".
A ESOS ALBAÑILES HA ESTADO DEDICADO ESTE BLOG. Y digo ha estado dedicado porque ya no continuará tal y como lo conocemos desde hace más de cuatro años; morir no morirá, es como un hijo, pero ralentizará mucho su ritmo vital. Contaré algunas cosas muy de vez en cuando, una o dos veces al año, no sé. Entrará en hibernación, quizás vuelvan tiempos en los que tenga nuevas cosas que decir, quizás no. Mientras tanto, me alejo de este mundo de internet, no tengo ganas de que me tiranice y, además, creo que ya he dicho demasiado, creo sinceramente que empiezo peligrosamente a repetirme. Son 150 entradas en las que de una forma o de otra he exprimido al máximo todas las ganas que tenía de comunicar. Me retiro virtualmente a mis montañas; no puedo hacerlo en realidad, pero lo haré en la red: el único  de mis blog que funcionará como siempre será el que se ocupa de mi querida Sierra de Gata. Este retiro es simbólico: cada vez me aburre y me cansa más la realidad, me gustaría aislarme en mis montañas pero no puedo, por eso por lo menos lo haré virtualmente. Salud.

sábado, 10 de mayo de 2014

superprofesores


Hoy se espera de un profesor que paciente y creativo, ameno y motivador, que sepa empatizar con alumnos, padres y compañeros, que solucione conflictos y aporte soluciones, que sea simpático y cercano pero a la vez tenga autoridad y sea respetado, que sea trabajador y vocacional, que sienta amor por lo que hace y crea que la educación es un arma de cambio, por tanto, asuma con responsabilidad la trascendental tarea que desempeña, a la que debe dedicarse en cuerpo y alma.
En ese profesor no tiene cabida la palabra desaliento, ni frustración, ni miedo, ni sufrimiento, ni bloqueo, ni cansancio. La sociedad exige que ese SUPERPROFESOR pueda con todo y lo solucione todo, "le pagan para eso". Este modelo se ve reforzado por el cine. Quién no ha visto alguna película en la que un profesor con ingentes recursos y mucha seguridad consigue cautivar a un grupo de alumnos conflictivos y desmotivados.
Pero ese profesor no existe en la realidad y no existirá nunca. Algunos pueden acercarse algo al pedestal, pero la mayoría debe conformarse con tratar de ser un profesional y cumplir con dignidad su trabajo. Aspirar a mejorar y a afrontar los cada vez más frecuentes problemas del aula lo mejor posible, pero sin grandes aspiraciones y asumiendo los propios límites como medio de evitar la frustración.
Y es que esa sociedad y esa familia que han abandonado en buena medida su porción de responsabilidad en la educación de las nuevas generaciones, exigen a los profesionales educativos que asuman casi en solitario la trasmisión de valores y conocimientos y exigen que lo hagan muy bien.
Esa presión se percibe en el ambiente de los centros educativos. Al estrés derivado de la propia dinámica generada por horarios y programaciones se añade la obsesiva reflexión a la que de forma continuada somete el educador su labor docente y la de los demás compañeros. Los profesores están forzados a entretener y motivar como sea a alumnos cada vez más ajenos a lo que se cuenta en las aulas, cuando no indolentes o conflictivos, y se desesperan por conseguirlo, miran de reojo al compañero y compiten entre ellos por el favor y la aprobación de sus pupilos. El día que no les atienden y parecen aburridos salen abatidos de clase y miran con envidia a ese compañero guay que parece no tener problemas y dice disfrutar en las clases.
En ese creciente ambiente de estrés y frustración buscan desesperados soluciones que parecen venir de la mano de nuevas palabras que les abren la puerta a la esperanza: "couching", inteligencia emocional....
Pero ninguna de esas palabras obrarán el milagro, porque ese milagro no depende en una parte importante de los propios educadores. En la educación los profesionales  son solo un eslabón de la cadena. Ni siquiera en el imposible caso de que contáramos con cientos de miles de superprofesores se solucionarían los problemas que la aquejan.

lunes, 14 de abril de 2014

repúblicas españolas: patrimonio de los humildes


Un abanico republicano, regalo reciente que me hizo mucha ilusión

El otro día mi sobrina de 9 años me dio un susto. Me llamó para decirme que había aprendido a hacer pulseras con gomas y que quería hacerme una con los colores de la bandera española. Yo le respondí que sin problema y ella me dijo que tendría dos colores, rojo y amarillo. Me alarmé, ¿cómo podía decirle a una niña ilusionada que esa no era mi bandera y que no podía aceptar esos colores?, le expliqué que mi bandera era tricolor y entonces ella comenzó a reír con estruendo y me dijo: "ya lo sé tito, era de broma, tranquilo, yo te la hago también con el color lila, ¿vale?". Su padre desde pequeñita le ha enseñado que para él la verdadera bandera española tiene tres colores. Mi hermano siempre le ha recordado a su niña cuáles son sus orígenes, sus abuelos eran y son gente muy humilde y a lo largo largo de la historia contemporánea de España solo las repúblicas se han preocupados por ellos. 
En España la República es mucho más que la ausencia de rey. Las repúblicas han traído libertad, una sociedad laica y respetuosa con la diversidad cultural, pero, sobre todo, han traído una preocupación sin parangón por la vida de los sectores más pobres, tradicionalmente abandonados a su suerte por los regímenes liberales y monárquicos manejados por una oligarquía inhumana que mostró un desprecio hacia los humildes que hoy resulta inaceptable e incomprensible. La I República abolió impuestos indirectos como los consumos y eliminó las quintas, un sistema de reclutamiento gravoso e injusto que ahogaba a unas clases populares que, además, cargaban hasta entonces con buena parte de la presión fiscal del Estado. La I República abolió también la esclavitud y reglamentó el trabajo infantil, prohibiéndolo para niños menores de diez años. Casi sesenta años después, la II República llevó a cabo durante los años de gobierno de izquierdas una tarea ingente en materia social y educativa, especialmente destacable teniendo en cuenta que tuvo que gobernar atenazado por las durísimas presiones de la oligarquía y las derechas y por graves problemas económicos provocados por la crisis del 29. La difusión de la cultura y la generalización de la educación primaria entre las masas jornaleras y obreras, las mejoras sociales del ministro Largo Caballero y, a pesar de todos sus defectos, la Reforma Agraria y las medidas complementarias como el Decreto de Intensificación de Cultivos, abrieron una puerta a la esperanza a millones de seres humanos para los que nunca habían existido palabras como futuro o dignidad.
No sé si alguna vez llegará la III República, es complicado precisamente por las connotaciones que tiene en España lo republicano, que produce urticaria en los sectores conservadores y en las clases altas. Pero aunque no llegue nunca la tercera, considero las dos anteriores experiencias republicanas, con todos sus enormes defectos, un patrimonio esencial de aquellos que creemos en la justicia social y la libertad. SALUD Y REPÚBLICA.

miércoles, 26 de marzo de 2014

los mitos de la transición: un país obsesionado con ser normal

entierro del primer héroe patrio del tiempo presente
Hasta hoy no he podido escribir sobre el tsunami mediático que nos ha inundado a todos y ha ahogado a muchos estos días. Y ya que me pongo aviso que NO VOY A SER BREVE. Sé que ya no se lee ningún texto extenso en internet (ni en ningún sitio) y estoy dispuesto a correr ese riesgo.
No es la primera vez que lo digo, España es un país digno de lástima. La verdad es que me da pena. Quiere ser un país normal, ansía ser como esos países que enarbolan con gusto sus banderas, que exhiben sus símbolos, donde los héroes patrios son adorados sin pudor ni reservas, países donde decir patria o patriota es sinónimo de orgullo y dignidad, quiere ser como esos antiguos imperios que miran a su historia sin complejos, ensalzando sin vergüenza sus gestas y escondiendo con descaro sus miserias; España quiere ser un país puro, sin diversidad, sin multilingüismo, está harto de traducir con subtítulos en la tele lo que dicen otros españoles en "dialectos" innecesarios e inútiles.
Y da lástima porque eso es sencillamente imposible. España es un país que no se comprende ni se entiende a sí mismo, tiene graves problemas de identidad y necesita tratamiento psiquiátrico urgente. En España una parte del país acata pero no siente unos símbolos que no son de consenso, sino que son simplemente los símbolos de los vencedores. Se perdió una oportunidad de oro para haber construido una nueva identidad común con unos símbolos nuevos, pero eso jamás lo hubieran aceptado los posfranquistas. Vivimos una transición-chapuza en la que los herederos del franquismo vendieron la simple aceptación de la democracia como una inestimable y muy valorable concesión que obligaba a la oposición de izquierdas como contrapartida tragarse todos los sapos y culebras imaginables (monarquía, limitación de la aconfesionalidad religiosa, símbolos tradicionales del Estado,  dejar en las cunetas del olvido a más de cien mil asesinados en la contienda y la posguerra, no petición de responsabilidades políticas por colaboración con dictadura, no reforma profunda de las estructuras básicas del Estado y permanencia de las élites franquistas en la policía, el poder judicial y el ejército, y un largo etc.); personajes como Suárez fueron políticos muy hábiles que pusieron su astucia al servicio de los intereses de las élites franquistas aperturistas que, conscientes de la inexorable llegada de la democracia, tuvieron clara la necesidad de preparar desde arriba un desmantelamiento progresivo y controlado del franquismo que les permitiera salvar los muebles y mucho más. Para ello gestionaron con eficacia el miedo cerval que los vencidos tenían a que se reprodujera la tragedia de la Guerra y la Posguerra. La mayoría de aquella gente que sufrió muerte, represión y humillación durante décadas solo quería vivir, VIVIR con mayúsculas y forzaron a los partidos de izquierdas a aceptar unas reglas de juego que los posfranquistas habían puesto sobre la mesa. Reconozco solo una auténtica concesión de las derechas franquistas: la asunción de un nuevo modelo territorial de Estado descentralizado, aunque claramente matizado por un furibundo comienzo del artículo 2 que deja clara la unidad de la patria (solo falta esa enigmática y altisonante frase de la Ley del Movimiento Nacional del 1958: España es una unidad de destino en lo universal). Aquel periodo que algunos elevan a los altares fue lo único posible teniendo en cuenta las circunstancias pero creo que por muchas razones no es un periodo del que debamos sentirnos muy orgullosos.
La obsesión por parecer un país normal ha llevado al gobierno, en contubernio con la realeza, a instrumentalizar la figura de Suárez al servicio de la construcción de una nueva identidad nacional que tiene sus pilares en un periodo glorioso (la transición a la democracia), la sacrosanta figura del rey (ahora en horas bajas) y Suárez, la mano derecha del monarca, que ejecutó sus sabias decisiones y salvó a España de la catástrofe. Ya tenemos CIELO, tenemos PADRE e HIJO, sólo falta el ESPÍRITU SANTO.
El otro día me preguntaba una alumna sobre Suárez, a ella le parecía un poco excesivo todo esto y desconfiaba, quería saber mi opinión. En seguida otro alumno apareció con brío y soltó con ánimo: "Suárez nos trajo la democracia, se lo debemos todo", mi alumna con buen criterio repuso: "pero tú que te crees, que Suárez era como Papa Noel, que trajo la democracia como el otro trae los regalos". Esta conversación me sirve para protestar contra la inaceptable injusticia que ha limitado el papel de héroes en la transición a dos personajes de oscuro pasado: un príncipe nombrado heredero por el dictador y un hombre con importantes cargos en la Dictadura reconvertido en demócrata. Eso dice mucho de la discutible versión oficial del periodo y también del periodo en sí.
Y es que sobre la transición me gustaría desmontar varios mitos:
- Primero, la transición española no fue un proceso pacífico. Que no derivara en guerra fraticida no significa que no fuera violento. Lo fue mucho más que otros procesos de transición. En España murieron asesinados entre 1975 y 1982 muchas cientos de personas, quizás alrededor de seiscientas, unos a manos de los grupos radicales de ultraizquierda pero también, en número destacable, a manos de los grupos terroristas ultraderechistas y de las fuerzas de seguridad del estado (estos últimos muertos también son fruto de la violencia política, no lo olvidemos). Hoy, mientras los asesinados por ETA o GRAPO son honrados como merecen, los otros muertos han caído en el olvido (¿son víctimas con el mismo grado de honorabilidad los chavales muertos en el conocido como "caso Almería" (1981) o los obreros asesinados en los "sucesos de Vitoria" (1976)?).
-Segundo, la transición española no ha sido, como se ha dicho con petulancia, el modelo para el resto de las transiciones que se han producido en el mundo en los últimos 40 años. En primer lugar no podemos simplificar, los procesos de transición son todos diferentes, pero especialmente si se refieren a contextos tan diferentes al nuestro como América Latina, Asia, África o, incluso, Europa del Este. De todos modos, están claras las diferencias. En casi ninguno de esos lugares el poder dictatorial en crisis tuvo tanto poder y capacidad para controlar la situación y gestionar el proceso como aquí tuvo el franquismo, legitimado además por una contundente victoria militar en una guerra larga y brutal. Incluso allí donde lo conservó, como Chile, los pinochetistas no han podido impedir que hoy existan lugares de memoria donde se explique la represión y se honre a las víctimas. Aquí los primeros pasos son tímidos y solo se han dado después de mucho esfuerzo, muchos insultos y desprecio y transcurridos casi cuarenta años. Incluso en lugares como Rusia, donde Lenin conserva su mausoleo, ha habido una investigación razonable sobre gulag. En Argentina, donde se creo una Ley de Punto Final con ciertas similitudes con nuestra Ley de Amnistía, la primera fue retirada y han podido juzgarse causas relacionadas con la dictadura. Otros procesos como el sudafricano tienen bases muy diferentes, ya que el conflicto además de social o ideológico, era sobre todo racial, además la esencia de la transición fue llevada a cabo por el líder de los opositores, al contrario que aquí: en España fueron los herederos del franquismo los que controlaron la situación buscando diálogo con la oposición, en Sudáfrica fue al revés. En general, la mayoría de esos procesos de transición han sido mucho menos violentos que el nuestro, conviene recordarlo.
-Tercero, la idea de que la transición fue fruto de la necesidad de pasar la página del pasado, de hacer borrón y cuenta nueva porque las dos España habían hecho las mismas barrabasadas es interesada y humillante para las víctimas de la Dictadura; y no hablo de la Guerra Civil, hablo de la Dictadura. En primer lugar hay que recordar que el origen, naturaleza, organización e intensidad de la violencia en la contienda es muy diferente en los dos bandos y es inaceptable comparar el espíritu de los militares sublevados con el de un gobierno democrático abandonado a nivel internacional y desbordado por los grupos obreros radicales. En segundo lugar, los cuarenta años de régimen autoritario, con más de 40.000 asesinados (especialmente entre 1939 y 1948) y ciento cincuenta mil presos, más de medio millón entre represaliados y exiliados, y una represión cuya intensidad fue decreciendo pero nunca desapareció, son una responsabilidad exclusiva de un bando,  por lo que resulta muy discutible colocar a la misma altura las responsabilidades de unos y otros.
-Cuarto y último, la transición no estuvo determinada por un espíritu profundo y puro de consenso, ese consenso (por otro lado claramente matizable) nació de una necesidad, los partidos no lo buscaron, se vieron obligados a asumirlo. Y los primeros, Suárez y su rey. Los posfranquistas pretendían hacer un desmantelamiento a su medida y a su ritmo pero las circunstancias les obligaron a contar con los demás. Una vez está funcionando la UCD y se pretende elaborar la constitución, no fue el espíritu de Suárez sino la falta de mayorías en el Congreso la que obligó a su partido a aceptar una comisión multipartidista para su redacción. Por otro lado, como ya dije, ese espíritu tampoco está en una oposición inicialmente rupturista pero que se ve forzada por su electorado y por las circunstancias a asumir muchas cosas como única forma de lograr un sistema democrático. No hay verdadero deseo de consenso, consenso por otro lado, desde mi punto de vista, bastante matizable cuando no discutible.

miércoles, 19 de marzo de 2014

me siento orgulloso


Yo no me siento orgulloso de muchas cosas de las que hago. Mas bien solo de un puñado. 
Tengo una clara tendencia al individualismo, a ir por libre, defiendo mi libertad personal y de criterio por encima de casi todo y no tiendo a trabajar en grupo. Me cuesta mucho coordinarme y más todavía trabajar en conjunto. Sé que esto último es un defecto y me alegro que no todo el mundo funcione así. Es probable que esa actitud esté relacionada con mi niñez, yo era un niño obediente y trabajador que cuando tenía que hacer un trabajo en grupo veía con irritación como mi hermano y yo trabajábamos y otros aprovechaban para recoger la cosecha.
Probablemente todo esto explique porque no soy muy dado a pertenecer a asociaciones y, menos todavía, a partidos políticos y sindicatos. Nunca he estado afiliado a un partido ni he pagado la cuota de un sindicato. Mi relación con asociaciones es somera, superficial: pago una cuota anual a una asociación de historia con la que mi colaboración se reduce a acudir algunas de sus conferencias y jornadas; además, soy socio de ACNUR, aunque mi vinculación se reduce a una contribución económica mensual. Sin embargo, hay una excepción.


Hace cerca de cuatro años, un 14 de abril, como todos los 14 de abril, me acerqué a recordar a las víctimas republicanas del franquismo en la ciudad de Cáceres y participar en el sencillo acto que organiza la Plataforma Republicana de Cáceres. En el lugar donde creemos que hay una gran fosa común había una lápida en su recuerdo que ese año había sido apartada y casi olvidada, colocada en un rincón, aprovechando una obras. Daba lástima. Ese día mi amigo Pepe y yo hablamos de la pena que nos dio ver aquella lápida tirada de cualquier forma, era lo único que recordaba a las casi 700 personas asesinadas en la ciudad por los franquistas. Otro día Pepe se puso en contacto con Blanca, una mujer casi octogenaria que había publicado un esquela en recuerdo de toda su familia aniquilada por la dictadura (su madre, su padre, tres de sus tíos). Pepe trabajaba conmigo en mi instituto, enseñando también Ciencias Sociales, y un día me dijo, en el departamento: "Juan Carlos, ya sé que tu pasas de todo y no te gustan los "fregaos", pero voy a crear una asociación y tú me vas a echar una mano". Mi primera reacción fue mandarlo a paseo, pero luego me dijo de que iba el tema, él sabía que no me podía negar: "acuérdate de la lápida tirada en el cementerio, son nuestros muertos, murieron por pensar como nosotros, tenemos que conseguir que construyan un MEMORIAL, un espacio digno para su recuerdo". Cuando me tocan los muertos, yo me rindo, me tocan en punto débil, Pepe lo sabía. Además fue listo, me fue metiendo poco a poco, al principio solo quería que montara un blog y lo gestionara para la asociación, luego me metió en la junta directiva, cinco personas que nos reuníamos periódicamente en un bar en un ambiente casi hogareño, como una pequeña familia. Con la autoridad moral de Blanca como presidenta, con el trabajo ímprobo de Pepe, la inestimable participación de María Jesús, profesora de Historia también y nieta de una víctima y la aportación modesta del marido de Blanca, Enrique, y un servidor, pusimos en marcha una asociación sin la que hoy sería imposible entender la próxima inauguración de un MONUMENTO-MEMORIAL EN RECUERDO A LAS VÍCTIMAS DEL FRANQUISMO EN LA CIUDAD DE CÁCERES. 675 nombres grabados en 14 placas, 675 personas asesinadas por la barbarie, muchos de ellos por localizar, enterrados en cualquier sitio o en una fosa común. ME SIENTO ORGULLOSO de haber ayudado a construirlo, es una de las cosas más importantes que he hecho en mi vida. Descansen en paz. 

domingo, 9 de marzo de 2014

ser amable

Esta puede ser una de las muchas caras de la amabilidad

En un precioso poema de Bertold Brecht se habla de las satisfacciones que dan los hábitos sencillos y cotidianos, entre ellos ser amable. Pero muchos no parecen pensar así. La amabilidad es más escasa de lo podría parecer. A numerosas personas les cuesta la vida saludar, decir un simple hola, les agota, los ves ensombrecer el gesto cuando ven inevitable cruzarse contigo. Si no tienen más remedio gruñirán una respuesta desagradable, un adiós mortecino, profundamente antipático. Pequeños gestos como abrir una puerta y dejar pasar o ayudar a una abuelita a subir un carro por unas escaleras son para muchos parte de un lenguaje extraño, muy extraño.
El otro día, en la filmoteca, comprobé con estupor que ser amable es para muchos imposible. Un tipo de los habituales necesitaba que yo me moviera para acceder a la butaca que había elegido para sentarse. Se puso delante de mí y no dijo algo parecido a "perdone, ¿podría dejarme pasar?, en absoluto, se limitó a mirarme y hacer un leve gesto acompañado de un gruñido incomprensible. Cuando me levanté para dejarle pasar ni me miró. Pero eso no fue todo. Al terminar la película y cuando me disponía a levantarme vi que se le caía el paraguas que tenía recostado sobre un asiento junto al suyo y de forma institiva se lo recogí, avisándole que se le había caído; el tipo me miró sorprendido como diciendo "¿qué haces tú con mi paraguas?", lo cogió y se dio la vuelta con desprecio. Aunque fue una experiencia nimia, sin mayor importancia, me resultó irritante y me fui a mi casa harto de tanto estúpido maleducado.
De todos modos mi cruzada contra la falta de amabilidad y educación viene de lejos. Vivo en un bloque inmenso con 140 pisos, 10 portales y una enorme plazoleta interior. Su composición social es bastante homogénea y salvo honrosas excepciones la calificaría como clase media provinciana y conservadora con aspiraciones a algo, cierto grado de altivez y escasa tendencia al trato cercano y amable. En esa plazoleta interior me ha pasado de todo, me han cambiado la cara al pasar, han mirado hacia adelante decididos a saludar a nada y a nadie, no han contestado a mi saludo de forma descarada y de forma reiterada, ni me han mirado cuando he esperado a una impresentable (no tiene otro nombre) con su carrito de niño abriéndole la puerta de la cancela exterior para que pasara. ¡Y que decir del garaje!, allí no saludar es lo normal, todo el mundo asume que no hay reglas, salvo que sea el vecino de tu plaza de garaje y eso con condiciones. De todos modos, no hay que perder la esperanza, a veces hay éxito. El propietario de la plaza de garaje colindante con la mía nunca me saludaba pero yo me empeñé y logré de él primero un gruñido, luego un hola y hoy, después de  un largo proceso reeducativo,  me ofrece de vez en cuando una leve sonrisa, ¡incluso me saluda cuando me ve por la calle, lejos del edificio!.
Generalmente la falta de amabilidad me irrita pero hay veces que me estimula. En mi propio portal vive una vecina que es la quintaesencia de la estupidez y el desagrado y lucha con todas sus fuerzas por negarme el saludo. A mí me hace gracia y me he tomado como un deporte torturarla saludándola con ganas, casi con efusión. De esa forma la obligo a decirme al menos un hola que yo sé que para ella es un suplicio, ¡con lo bonito que es ser amable!.

sábado, 22 de febrero de 2014

peligrosa simplificación de la realidad: los ejemplos de Ucrania y Siria



Si uno no profundiza y solo se queda la superficie, si no muestra curiosidad y se deja informar por el puñado de medios de comunicación principales, puede llegar a sacar conclusiones demasiado simples y puede llegar a hacerse una idea equivocada de la realidad. El mundo que nos rodea es tozudamente complicado, lleno de aristas y matices de grises. 
A mí me ha interesado desde adolescente la geopolítica internacional. Con trece años ya inventaba mapas de países que no existían y recortaba y clasificaba las noticias internacionales que aparecían en la revista CAMBIO 16 que compraba mi padre. Ya sé que suena un poco raro, pero tiene que haber de todo. Por eso, porque me interesa lo que ocurre en mi mundo, soporto muy mal la tendencia que hay en Occidente a simplificar la realidad política internacional. Si leemos los periódicos o vemos las noticias, por ejemplo de Siria o Ucrania, terminamos creyendo que es una sencilla lucha entre buenos muy buenos y malos muy malos. Grave error.
En Ucrania parece que hay un gobernante seudodemocrático, profundamente corrupto y autoritario, al que se enfrenta un pueblo harto que pide democracia, limpieza y apertura al Occidente de la libertad y el respeto a los derechos humanos. Pero esto no es tan sencillo. En Ucrania hay dos Ucranias, dos mundos, dos pueblos. Yanukovich está en el gobierno porque tiene el apoyo claro de una parte importante de Ucrania (área suroriental). Es corrupto y autoritario, pero no lo es más que sus opositores proeuropeos. Esos opositores son, sobre todo, antirrusos, su defensa de la aproximación a la UE no está motivada por sus sólidas convicciones democráticas, sino por la necesidad de buscar un apoyo claro frente a su enemigo ruso. Esa división entre ucranianos occidentales, de lengua ucraniana, y ucranianos orientales, mayoritariamente rusófonos, ha existido siempre. Ya en la Segunda Guerra Mundial, los nazis encontraron sólidos apoyos entre los ucranianos occidentales, que colaboraron con ardor en la eliminación de judíos y en tareas de auxilio a las tropas alemanas. 
Otra visión simplista es la que rodea a los últimos acontecimientos en Kiev. Según los medios, los manifestantes de la Plaza de la Independencia son luchadores por la libertad que, jugándose la vida, se enfrentan a un dictador y a una policía brutal y despiadada. Bien, lo de policía brutal y despiadada es verdad, pero lo de luchadores por la libertad es discutible y que sean pacíficos es simplemente mentira. En esa plaza tienen una amplia presencia sectores ultraconservadores y ultranacionalistas, muchos de ellos filofascistas, que han desbordado a los partidos opositores mayoritarios más moderados y han buscado desde el principio la confrontación utilizando métodos de lucha muy violentos. Esos sectores, muy peligrosos para el futuro de Ucrania, aspiran a una Gran Ucrania en la que los rusofónos y otras minorías como los rutenos tienen difícil encuadre.

Siria es un caso aún más llamativo. Es indudable que el dictador Al Assad es un autócrata despiadado cuyo padre creó hace muchas décadas una dura dictadura fundamentada en el dominio de la minoría alauí sobre la mayoría sunní. Pero la guerra civil que se prolonga más de dos años es un fenómeno mucho más complejo. Desde que empezó la contienda no paro de ver en los telediarios las salvajadas del ejército mientras se silencia en la mayoría de los casos la brutalidad de los poderosos sectores integristas sunníes que controlan buena parte de los esfuerzos de los rebeldes. Hoy la oposición laica siria en muy débil y el peso de la lucha lo llevan a cabo los islamistas moderados y sobre todo yihadistas sunníes, muchos mantenidos y financiados por países como Arabia Saudí otros bajo control directo de Al Qaeda. Por otro lado, no hay que olvidar que las minoría alauí y cristiana apoyan mayoritariamente al dictador entre otras cosas porque su relativo laicismo favorece el respeto a la diversidad cultural y religiosa que se vería gravemente amenazada por los integristas sunníes. La brutalidad de la que hizo gala un jefe rebelde, que filmó en vídeo como sacaba el corazón de un enemigo y se lo comía, deja claro que el dictador no tiene, ni mucho menos, el monopolio de la maldad en la crisis siria. 

jueves, 13 de febrero de 2014

alegoría bélica


Soy asiduo visitante de un interesante blog  al que de vez en cuando aporto en forma de comentario algunas modestas reflexiones. En ocasiones coincido con su autor, otras vez no, pero siempre me enriquezco con sus entradas. Recientemente escribió sobre la tarea docente, sobre el sufrimiento y el miedo que en no pocas ocasiones bloquea a un enseñante y lo reduce a escombros. Me impresionó lo que contó y como lo contó. Sobrecogido, por no decir tocado en lo más profundo, respondí con un comentario en el que introduje una alegoría bélica para explicar como me sentía yo después de casi dos décadas como docente. Nunca he expresado mejor como me siento, azuzado por las sabias palabras que acababa de leer. Habrá gente que no lo entienda y estoy seguro que tengo compañeros que no se sienten así, pero también estoy seguro, segurísimo, que no soy el único al que esta profesión le ha pasado factura. Creo que esta alegoría bélica debe estar también en mi blog y por eso la reproduzco tal y como la escribí en su momento:


 Yo me siento como un soldado en una trinchera en la Primera Guerra Mundial. Llevo 18 años en el frente, entre trincheras inmundas, barro, tensión y miedo. Nunca me han mandado a la retaguardia, mi verdadero sueño y mi esperanza. No sé lo que es un destino tranquilo, en la garita de un ministerio de defensa, por ejemplo, siempre he estado en el frente, estuve en el Marne, en Yprés o en Verdún. La retarguardia es para enchufados, veteranos más antiguos que yo o héroes cargados de medallas, quizás conseguidas con dignidad, quizás con mezquindad. Yo no tengo enchufes ni tengo madera de héroe, solo saldré de las trincheras cuando el tiempo me convierta en un viejo soldado al que le dejen, por fin, retirarse a un buen destino, tranquilo, donde pueda seguir siendo soldado pero sin soportar el continuo traqueteo de las ametralladoras o el insoportable martilleo de la artillería. Cuando me hice soldado creía de verdad que era glorioso serlo, que iba a defender a mi patria y a los míos, que iba a ayudar a que ganaran los buenos. Hoy, entre mierda y barro, no lo creo. Hoy sigo aquí resistiendo solo por mi sentido del deber y porque quiero vivir y no morir. Y sigo también resistiendo porque hasta en las trincheras hay cosas buenas, el compañerismo, ver salir el sol después de días interminables de lluvia, treguas en las que te sientas a intercambiar cigarrillos con el enemigo y ves que son como tú, personas. Siempre hay luz, hasta cuando es noche cerrada.

No quiero dejar de ser soldado, solo sirvo para eso y algunos de mis "enemigos" dicen que no soy malo peleando, me conformo con ir sobreviviendo, disfrutar de los buenos momentos que siempre los hay. Todo esto mientras espero a convertirme en un viejo soldado y llega mi esperado traslado.

miércoles, 22 de enero de 2014

últimamente


ÚLTIMAMENTE escribo poco en mis blogs. Alzado del suelo en concreto, hace ya algunos meses que ha ralentizado su ritmo. Pero no ha desaparecido ni desaparecerá, con seguridad.
ÚLTIMAMENTE no tengo ganas de escribir y menos de sentarme al ordenador. Supongo que será pasajero, o quizás no, pero ÚLTIMAMENTE tengo la sensanción de que el tiempo que paso delante del ordenador es tiempo perdido, es tiempo que no dedico a otros menesteres más apetecibles para mí como pasear o leer, sobre todo leer. Frente a un mundo que camina acelerado hacia una vida adherida a una pantalla, sea cual sea (televisión, ordenador, tablet, móvil) mi cabeza parece querer decir: "no niegues las nuevas tecnologías pero úsalas para lo necesario, solo para lo necesario".
En esa línea, todavía hoy y no sé por cuánto tiempo, carezco de smarthphone y no tengo wassap, no tengo tablet y tampoco wifi, conservo mi viejo router con cable que evita que pueda utilizar internet en cualquier lugar de la casa y así me mantiene al margen de la tentación de engancharme continuamente a la red. Sigo escribiendo mis reflexiones para Alzado del suelo en un pequeño cuaderno y haciendo las fotos de mi blog Entre montañas con una vieja cámara que cualquier día dice hasta aquí. De hecho, estas palabras las escribí primero en papel, en el tren, rodeado de personas que manejaban febrilmente sus móviles. Detrás de mí había dos chicas universitarias bastante estúpidas que no paraban de hacerse fotos entre ellas con su móvil y reírse con una risa horrible.
ÚLTIMAMENTE escribo menos y leo más pero, y ahí viene toda contradicción necesaria, cada vez lo hago menos en papel y más en la pantalla de un libro electrónico. Sin embargo, es una pantalla necesaria y obligada por la falta de espacio. En mi casa ya no caben libros y el ebook se ha convertido en una solución práctica y útil. Reconozco que es un buen invento que me permite, al tener luz propia, leer en mi ambiente predilecto, con poca luz y casi en penumbra. No abandonaré el maravilloso libro de papel, lo seguiré comprando puntualmente, no quiero prescindir de un objeto físico que represente y contenga mis libros más especiales.
ÚLTIMAMENTE también he recuperado mi vieja costumbre de leer con Radio Clásica puesta, con el volumen bajo, por supuesto. Ya lo conté en cierta ocasión en mi blog, no soy un amante ni un entendido de la música clásica, pero cuando corrijo o leo me resulta muy agradable su compañía. Y como esto va hoy de recuperaciones y reflotamientos, ÚLTIMAMENTE he dedicado tiempo a releer libros que en su momento me marcaron: "La sonrisa etrusca" de Sampedro, "Stalingrado" de Beevor, "El hombre solo" de Atxaga, "El puente de Alcántara" de Baer, "Memorial del convento" y "Todos los nombres" de Saramago. Aunque he intercalado nuevas lecturas ("Mortalidad" de Hitchens o "Intemperie" de Carrasco) en los próximos meses quiero seguir recuperando joyas como "El dios de las pequeñas cosas" de Roy, "Las benévolas" de Littell, "Vida y destino" de Grossman, "Caballería roja" de Babel o "El maestro y Margarita" de Bulgakov.
ÚLTIMAMENTE no escribo tanto en Alzado del suelo, pero no es porque no encuentre motivos para hacerlo. Motivos hay a patadas: la ominosa ley del aborto que quiere poner en marcha el gobierno merecería una entrada en el blog, un comentario lleno de indignación ante la imposición integrista de la moral y los valores de la ultraderecha católica a todo un país.
La lucha en el barrio burgalés de Gamonal también tendría que haber encontrado su hueco. Me reconozco sorprendido por el pundonor y el arrojo de unos vecinos hartos de muchas cosas, no solo del derroche que suponía la construcción de un bulevar innecesario y nada prioritario.
También habría escrito sobre la penosa imagen que dio Rajoy ante Obama, elevada al sarcasmo cuando el presidente estadounidense lo definió como "hombre de gran liderazgo". Algún hueco habría habido también para ese rey empecinado en aparentar que ya está hecho un roble pero incapaz de leer un discurso en condiciones que se pone nervioso como un crío. 
Y, por supuesto, algo tendría que haber escrito sobre la "indispensable" ley Wert, esa que logrará el milagro de colocar a España en el informe pisa por encima de las mismísima Finlandia en menos de una década.
Como no, Cataluña también habría tenido su espacio en mi blog en estas semanas. Antes de ayer leía en ese seudoperiódico denominado "El mundo" un titular referido a la petición del Parlament al gobierno central de Madrid para que le ceda las competencias que le permita hacer una consulta de autodeterminación. El titular decía algo así como "el parlamento catalán pide la potestad para destruir España".  El nacionalismo español, escondido detrás de supuestos valores positivos como la defensa de la convivencia y los valores constitucionales, es probablemente el más rastrero, intolerante y también acomplejado de toda  Europa. Cada vez tengo más claro que España es un país penoso que no está a la altura de Cataluña. Podrá impedir la fractura jurídica y legal, pero es incapaz de entender que es mucho más importante evitar la fractura de sentimientos, afectos y emociones.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Mandela no fue Ghandi

Mandela y su antigua mujer junto a Joe Slovo, dirigente del Partido Comunista Sudafricano, parte esencial del Congreso Nacional Africano en la época de la lucha contra el Apartheid
Ayer murió Mandela y hoy todo el mundo se ha echado a llorar como si hubiera muerto Blancanieves o Ghandi II. No conozco un personaje histórico más mitificado, convertido de forma artificial en el político ideal y adorado por toda una caterva de bienintencionados y pacificistas simplones.
Mandela es una figura política inmensa y uno de los personajes históricos más importantes de su época, pero fue una figura mucho más compleja que la que algunos se han empeñado en simplificar y reinventar.  Cuando pudo utilizar medios pacíficos, cuando pudo buscar el compromiso, lo hizo, pero cuando esa posibilidad no estaba a su alcance no dudó en utilizar la lucha armada para defender los derechos de la mayoría negra y enfrentarse a la explotación económica y la discriminación racial que sufría.
Lo primero que hay que desmontar es que Mandela sea un líder para todos los negros sudafricanos. En una África donde el peso de lo tribal es muy fuerte, Mandela nunca dejó de ser un jefe Xhosa visto con recelo por los zulúes, mayoritarios en algunas zonas del sureste del país. Fue un ídolo para los Xhosa y para la gran masa proletarizada de negros urbanos pero no para amplios sectores de la sociedad zulú. 
Por otro lado, es necesario matizar su imagen de lider pacifista. Durante muchos años su organización, el Congreso Nacional Africano, luchó contra el Apartheid utilizando métodos violentos que los blancos no dudaban en denominar terroristas. Y no lo hizo solo. En un contexto de Guerra Fría y con EEUU apoyando descaradamente al régimen racista como su baluarte en la zona, el Congreso Nacional Africano contó con la ayuda de los movimientos liberadores de inspiración marxista de Angola y Mozambique. El Congreso Nacional Africano (CNA) era un movimiento de cierta heterogeneidad, en el que participaba activamente el Partido Comunista Sudafricano, cuyo dirigente más descatado fue el blanco de origen judío Joe Slovo, desconocido en Europa, pero considerado en Sudáfrica uno de los padres de la nueva Sudáfica. Sin gente como Joe Slovo, que primero fue jefe de los comandos armados del CNA y luego ministro y partidario de la reconciliación y el perdón, la obra de Mandela no hubiera sido posible.
Lo que hace grande a Mandela, a Joe Slovo, a Chris Hani y a otros muchos, fue que cuando el régimen del Apartheid estaba ya herido de muerte, abandonado incluso por sus antiguos amigos estadounidenses, supieron buscar una salida inteligente e integradora a una situación que podía haberse tornado trágica. Mandela evitó un posible conflicto civil y rehuyó la venganza, construyendo una Sudáfrica fundamentada en la integración y el perdón, pero no en el olvido. Al contrario que nuestra transición, la sudafricana no buscó hacer tabla rasa, enterrar lo ocurrido debajo de toneladas de hormigón. Recordó a las víctimas, abrió museos y centros de memoria de la sinrazón racista a la vez que tendía la mano a todos aquellos que querían construir un nuevo país.
Hoy Sudáfrica está lejos de ser un país perfecto: la violencia, el sida, la persistente diferencia de renta entre blancos y negros, las tensiones tribales y otros muchos aspectos dejan claro que queda mucho por hacer. Pero está claro que si Sudáfrica tiene futuro es porque Mandela y otros muchos lucharon y resistieron primero y tendieron la mano después.