“Franco fue mucho más respetuoso con la legalidad republicana que los republicanos. Mi conclusión es que la Guerra Civil se produjo porque existía un peligro revolucionario y no un peligro fascista” P. Moa
Estas palabras del “insigne historiador” Pío Moa encabezan un capítulo de un libro necesario publicado por una pequeña editorial extremeña en 2005: “el fenómeno revisionista o los fantasmas de la derecha española” de Francisco Espinosa, hoy uno de los más interesantes y rigurosos historiadores de la Guerra Civil. Los protagonistas de su obra son los ASESINOS DE LA MEMORIA, aquellos seudohistoriadores y sus instigadores políticos que se niegan a aceptar la recuperación de la verdadera historia de este país durante los años de la II República, la Guerra Civil y el Franquismo. Sin rigor, sin un uso decente y adecuado de las fuentes históricas, buscan neutralizar la recuperación legítima de la memoria de los vencidos y la construcción de una historia sólida y rigurosa, llena de matices y tonos grises. Su ofensiva está incluida en un contexto mayor: la construcción artificial de una historia patria, muy al estilo del franquismo, llena de mitos y héroes en la que creen millones de españoles dispuestos a leer con avidez las sandeces varias que recogen las obras de estos supuestos historiadores. Según esta concepción histórica, los “españoles” ya demostramos nuestra valentía cuando nos enfrentamos a los romanos, luchamos sin resuello contra los malvados moros, fuimos un GRAN PAÍS cuando dominamos media Europa y medio Mundo, y vencimos a los radicales revolucionarios, enemigos de la civilización, en la Guerra Civil. Ya lo dijo Aznar: los musulmanes deberían pedir perdón por habernos invadidos. Pero lo cierto es que lo que invadieron los moros no era España, lo que defendieron los celtíberos o los lusitanos no era España, el reino de España en época de Felipe II no tenía nada que ver con la concepción nacional de la derecha española actual (heredada del siglo XIX), en la Guerra Civil es muy discutible que los sublevados representaran la civilización; es todo una absoluta invención, en su cabeza existe una visión ideal de España completamente irreal, basada en falacias e invenciones; para ellos España tiene vida propia, existe desde siempre y para siempre, e independientemente de los que la habitan. Su sueño es que nos parezcamos a las “grandes naciones del mundo”, con banderas colgadas de las puertas de nuestras casas y con la patria en la boca todo el día.
Para mí la grandeza de un país no se mide en sus conquistas, en el temor que en infunde a sus vecinos, en el tamaño de sus ejércitos, sino en la capacidad para proteger los derechos de sus ciudadanos , de asumir su diversidad y de garantizarles una vida digna, y eso es algo a lo que han permanecido ajeno la mayoría de los gobernantes de nuestro país a lo largo de su historia, bastante menos longeva de lo que algunos creen. Su héroe Felipe II es un ejemplo: arruinó su reino en busca de un ideal hegemónico e integrista que agotó al Estado e hipotecó el futuro de millones de seres humanos.