a mi padre, que murió soñando con un mundo más justo

miércoles, 15 de junio de 2011

los indignados no son ninguna solución

Empiezo a estar harto y aburrido de los famosos "indignados". Estuve presente en su primer acto en Cáceres y ya entonces no lo veía claro, no me parecían una verdadera alternativa; eran humo, palabrería, rabieta sin más. Su deriva me ha ratificado en esa opinión.
El movimiento 15-M se define por su indefinición y su falta de solidez. Su discurso resulta irritantemente simplista y fundamentado en un idealismo sin base real alguna, que sin ser auténticamente anticapitalista se atreve en su absoluta ignorancia a exigir y a pedir el oro y el moro a unos poderes financieros que se ríen en su cara y que tarde o temprano, si el movimiento sobrevive más de la cuenta, no tendrán ningún reparo en aplastarlo como a un insecto. Un montón de niñatos, clases medias indignadas y alternativos no son ningún peligro real, en esas concentraciones hay pocos parados de larga duración, pocos embargados a los que se les acaba el subsidio de 400 euros, pocos humildes al borde del abismo.
Pero aunque los hubiera, nada cambiaría porque son demasiado heterogéneos, no tienen perspectiva de futuro ni proponen alternativas sólidas y posibles, no ofrecen otra opción. Son una muestra más del fin de una época, que contempla el paso de formas de resistencia organizadas y capaces de articular alternativas a movimientos vacíos, nacidos de forma espontánea y que carecen de profundidad. Recuerdan a aquellas crisis de subsistencia del periodo preindustrial, cuando la gente no tenía para comer y reventaba asaltando las tahonas sin saber que hacer después, sin ver más allá. Y estos son iguales: quiero un piso, y yo un trabajo, yo no quiero corrupción, todos los políticos son iguales, etc, y yo quiero una bicicleta y unas zapatillas nuevas.
Desconfío de los movimientos sin cimientos ideológicos que son demasiado heterogéneos y piden el cielo sin tener ni remota idea de como conseguirlo. Hoy, cuando la apisonadora reaccionaria nos ha pasado por encima y los mercados se pavonean aprovechando que las viejas formas de lucha han pasado a la historia, los indignados me resultan patéticos con su rollo de "apolíticos" enrollaos que se van a comer el mundo. Cuando hace algo más de un mes, con motivo del 1º de mayo, yo pedía una reacción, no me refería a esto. A falta de otra cosa, nos tendremos que conformar con ver a esa pandilla de chuletas montando chiringuitos aquí y allá.

POSDATA: Por cierto, un añadido que siempre he querido dejar escrito porque estoy aburrido del famoso discurso antipolíticos. Es muy fácil echar la culpa de tus males y los de tu entorno a los políticos, que son todos corruptos. Pero lo primero que teníamos que hacer es mirarnos nuestras propias vísceras, lo primero que tendríamos que hacer es regenerarnos nosotros, empezar por nosotros mismos. Sólo un ciudadano que sea honrado y honesto tiene derecho a exigir honradez y honestidad. Los políticos son el reflejo de la sociedad que los elije: no son más corruptos y más sinvergüenzas que cualquiera de nosotros. Muchos de los que los critican serían igual o más corruptos si pudieran, y de hecho ya lo son a pequeña escala en su vida diaria.

2 comentarios:

Romano García Medina dijo...

Comparto contigo la decepción de este gazpacho que es el 15M. Tú mismo me viste a mí ilusionado con este brote primaveral de protestas y luego has podido comprobar mi cabreo ante aquel famoso manifiesto de mínimos del movimiento, que más bien parecía el programa electoral de Rosa Díez. Ahora estoy indignado e indignado por los indignados. Ahora la consigna es: indignados indignados, ¡indignaos doblemente! Uff.
Cuando hablas de esas “formas de resistencia organizadas y capaces de articular alternativas” supongo que te estás refiriendo a aquellas formidables máquinas que durante el XIX y XX fueron el comunismo y las organizaciones sindicales. Si es así, no creo apropiado tratar de comparar un mes de historia con minúsculas a dos siglos de Historia con mayúsculas. Tú mismo lo has dicho: esas formas de organización pertenecen al pasado, a una época clausurada. Nuestras “retinas marxistas” tienden a ver en esos dos siglos una definida lucha de clases, un antagonismo preciso de clara base social y económica y a entender ese antagonismo como absolutamente central y determinante en la política (y en la historia). Pero ahora… ¿qué ven ahora nuestras retinas marxistas? La conflictividad social se ha escindido en múltiples frentes: conflictos generacionales, étnicos, ecológicos, religiosos (católicos-laicos), cívicos, además de los puramente económicos. La conflictividad social basada en la explotación económica ha perdido protagonismo y se ha diluido en una conflictividad heterogénea (“quiero un piso, y yo un trabajo, yo no quiero corrupción, todos los políticos son iguales, etc., y yo quiero una bicicleta y unas zapatillas nuevas”). Esta conflictividad escapa a la retina marxista como el ultravioleta al ojo humano.
O no. Podemos rebobinar la cinta y, QUIZÁ, comprobar que las clases nunca fueron puramente clases, que las organizaciones obreristas nunca fueron puramente obreristas, que la lucha anticapitalista nunca fue puramente anticapitalista: QUIZÁ, organizaciones obreras, ideologías y lucha anticapitalista se formaron heterogéneamente en una mezcla insólita de bases, aristocracia obrera, intelectuales burgueses, objetivos no necesariamente de justicia distributiva, sino simplemente democráticos o de emancipación de minorías… Vistas así las cosas, lo de ahora puede ser simplemente un patético y confuso comienzo de ¡dios sabe qué!

Posdata: gracias a Internet tengo casi confirmada la presencia de grupos cristianos autogestionarios (de inspiración carlista, nada menos) en el movimiento 15M, movimiento al que en adelante me referiré con el nombre de 15 Monos, como homenaje a la película de Terry Gilliam.

Juan Carlos Doncel Domínguez dijo...

Tienes toda la razón. Esto es el comienzo patético de dios sabe qué. Lo que está claro es qué aquello partió de cero y tuvo que construirlo todo. Esto que ahora nace tiene una tarea aparentemente mucho más fácil, se trata sólo de evitar que se destruya lo construído y dudo que lo consiga, ni ahora ni en 150 años. De todos modos yo no lo veré. Además, su debilidad está en lo local: este movimiento sólo tiene verdadera fuerza en lugares muy concretos de la vieja europa, en los países latinos machacados por la crisis. Si no lograr mundializarse, no valdrá para nada. Y dudo que lo haga: Oriente, Estados Unidos y los nuevos países emergentes permanecen en buena medida al margen, y es en esos escenarios donde se cocerá todo a lo largo de este siglo.