a mi padre, que murió soñando con un mundo más justo

sábado, 7 de abril de 2012

el dolor no es democrático

"El dolor se ceba con los débiles. Los ataca porque no están bien nutridos o abrigados o preparados. Y cuando enferman, también les trata peor porque no pueden acceder a un buen médico, a los medicamentos necesarios, al tiempo y las comodidades que requiere una persona enferma. En este sentido, el dolor no tiene nada de democrático".
Estas certeras palabras las leí hace muy poco en una entrevista periodística a una historiadora diferente, la neozelandesa Joanna Burke. Burke ha estudiado facetas del ser humano apenas analizadas en la Historia: el miedo, la violencia sobre la mujer o el dolor. De la lectura de su entrevista entresaqué esas palabras iniciales que creo merecen una reflexión.
Existe una estúpida frase que dice "el dinero no da la felicidad". Suelo relacionar esa frase simplista con la típica película donde aparece la clásica familia acomodada pero vacía, sin valores, donde los padres apenas ven a sus hijos ni se comunican con ellos, donde los progenitores no tienen tiempo para vivir ni valorar lo auténtico y esencial de la vida, con hijos malcriados y egoístas; a ese modelo se contrapone la familia pobre pero unida, que comparte lo poco que tiene y valora cada  buen momento de la vida, sus hijos son criados en una sana austeridad y son enseñados a luchar y salir adelante, es una familia que vive una vida pobre pero feliz.
Todo es una patraña embriagadora y conformista. Como dice Burke, la pobreza multiplica el dolor y el sufrimiento. Alcanzar lo que ella llama unas "condiciones normales", es decir, dignas y suficientes, permite al ser humano serenar su vida, disfrutarla y sentirla, así como multiplicar sus posibilidades de ser medianamente feliz. La pobreza hace al ser humano extremadamente vulnerable e incrementa su angustia, cubre su vida de niebla y frío. Su angustia es abrumadora ante la enfermedad, ante la falta de futuro, ante la explotación, ante la arbitrariedad de los poderosos.
Hoy, cuando la crisis hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres y a los que hasta hace poco creían haber salido de la caverna, solo cuantificamos la recesión en cifras: deuda, paro, tipos de interés, prima de riesgo, etc. Lo que ahora ha comenzado no acabará con la crisis, abrirá camino a una nueva era donde el estado de bienestar y los derechos laborales habrán dejado de ser una prioridad y con ello aumentará de forma brutal el dolor y el sufrimiento, ambos difíciles de medir. Pero es evidente: más pobreza, más precariedad, más vulnerabilidad, más desigualdad suponen necesariamente MÁS DOLOR Y MÁS ANGUSTIA. ¿Cuántas veces sonreirá esa madre que no puede comprar ropa a sus hijos?, ¿hasta dónde llegará la angustia del anciano que sabiendo que puede tener cáncer, tenga que esperar seis meses una prueba diagnóstica que lo asegure? ¿y cuánta amargura acumulará ese chaval sin beca que no pueda estudiar y tenga que ponerse a trabajar de lo que sea y por lo que sea para ayudar a su familia? ¿cómo será el sufrimiento de esa trabajadora recién operada que, todavía convaleciente y después de haberse arruinado pagando la operación, no podrá permitirse permanecer de baja todo el tiempo que la ocasión lo requiere? ¿y que podemos decir de la desorientación y la rabia de esa embarazada recién despedida? ¿y de la vergüenza y la humillación que sufrirán las familias que tengan que limosnear la comida cada día?.
El futuro será sobre todo un futuro de dolor, angustia, desesperación y sufrimiento para un número creciente de seres humanos. A partir de ahora, cada día habrá más personas un poco más lejos de la felicidad. Mientras, gentes que nunca han sufrido hambre y penurias, que no conocen las palabras sufrimiento ni desesperanza, decidirán que es lo que nos conviene, siempre por nuestro bien y porque no hay más remedio.
Hoy, al menos de momento, tengo la inmensa suerte de estar entre los privilegiados que tiene una vida decente. Nunca aspiré a la riqueza, que considero indigna, pero si a las "condiciones de vida normales" que decía Burke. Mi padre me transmitió la importancia de luchar por una vida mejor, pero no solo para mí sino también para los demás. Él fue el vivo ejemplo de las secuelas de sufrimiento y amargura que deja la pobreza. No murió pobre, pero la sufrió con escarnio en su niñez y juventud. Pobreza acompañada, como muchas veces, de ignorancia y sobretrabajo explotador. Nunca entendió el porqué, nunca perdonó ni olvidó. La amargura se esbozó en su cara hasta el final. El sufrimiento y el dolor del pobre no son momentáneos, dejan secuelas de por vida.

5 comentarios:

Joselu dijo...

Un post digno y honesto en que se reflexiona sobre el dolor que inflige la pobreza, la escasez y la precariedad que no tienen nada de románticas. Tienes todo mi apoyo en tus razonamientos.

Sin embargo, la humanidad ha vivido a lo largo de la historia en la pobreza más extrema. Si nos trasladáramos a cualquier época anterior a la nuestra, veríamos que hasta las clases beneficiadas vivían con frío, sabañones, chinches, infecciones irremediables, pestes.... y ya no digamos de los que estaban abajo que pasaban hambre y humillaciones. Solo el siglo XX va extendiendo un cierto y claro binestar entre las distintas capas sociales hasta llegar al estado del bienestar ahora puesto en cuestión por la crisis. A pesar de ese sufrimiento extremo, la humanidad ha progresado, y a veces esta penuria le ha impulsado a emigrar y a buscar otros horizontes en medio de calamidades espantosas. A nadie le gusta el dolor y no puede enaltecerse el dolor, pero toda época tiene su lado oscuro. Imagínate el periodo de guerras mundiales y nuestra guerra civil. Tal vez creímos que el bienestar era una conquista que no podría retrocecer y ahora vemos que estábamos equivocados. No obstante, todavía es incomparable nuestro grado de desprotección con el que existe realmente en otras zonas geográficas y al que asistimos y hemos asistido con una mezcla de indiferencia y conmiseración. Ahora van por nosotros, pero no deberíamos pensar que somos únicos. Nos empieza a doler pero debemos alzar nuestra mirada y darnos cuenta de que el mundo fuera de la protección que tenemos es realmente atroz y lo ha sido siempre. Un cordial saludo.

Juan Carlos Doncel Domínguez dijo...

Es evidente que fuera de la vieja Europa la pobreza y el dolor que la acompaña campa y ha campado a sus anchas. Y es verdad que a lo largo de la historia, la mayoría de la población lo ha sufrido. El estado del bienestar de la vieja Europa ha sido un dulce sueño que toca a su fin y, aún así, las cenizas que queden serán envidiadas por muchos. Tu razonamiento es indiscutible, Joselu. De todos modos, lo que parece evidente es lo poco que nos hemos parado a pensar en el dolor y la devastación que en una persona produce la pobreza. La pobreza es mucho más que la ausencia de recursos, ahí quería yo llegar. Un saludo

Alas sin viento dijo...

Sin duda la falta de recursos en general de un porcentaje escandaloso de personas en la tierra, es realmente indignante, y hasta ridículo: en serio el la mitad de la gente tiene que sufrir hasta la muerte, solo para que otras personas vivan con sus joyas totalmente puras o sus coches de millones de euros?? lo ideal seria como tu has dicho que todos tuvieramos ``condiciones normales´´ con capacidad para permitirse algun capricho de vez en cuando. Sin embargo, yo veo el futuro tan negro como tú, seré un ignorante, pero no creo que cuando se acabe la crisis la gente vaya a considerar el estado del bienestar, y la justicia social ``menos importante´´, la gente puede tener miedo, pero mas vale morir de pie a vivir de rodillas,no? quizás he sido un poco exagerado. un abrazo de parte de un amigo, juan carlos. :)

Alas sin viento dijo...

perdon, en el anterior comentario queria decir ``no veo el futuro tan negro como tu´´,me comí el no, ya te lo habras imaginado.

Juan Carlos Doncel Domínguez dijo...

Ya lo leí, José María. La próxima me avisas