a mi padre, que murió soñando con un mundo más justo

lunes, 24 de octubre de 2011

se acabó



Se acabó. Por fin llegó la noticia que tan esperámos y que hace décadas debía haberse producido. El abandono de la lucha armada por ETA supone el fin de décadas de violencia política en España. Si se sabe gestionar adecuadamente la nueva situación política que se abre, podemos estar ante un acontecimiento histórico de primera magnitud.
ETA nació a finales de los años 50 en un contexto muy diferente al actual, nació como un movimiento de resistencia legítima frente a la dictadura franquista y eso continuó siendo mientras el régimen autoritario existió, hasta finales de los años 70. A partir de ese momento, su pervivencia careció de sentido. De hecho, una rama de ETA, los poli-milis, abandonaron las armas a comienzos de los 80. Lo que vino después fue una huida hacia adelante, sin sentido, a ninguna parte, un verdadera esquizofrenia que provocó una tragedia en Euskal Herria.
Hoy creo que se cierra la última puerta entreabierta que dejó aquella chapuza llamada Transición Democrática, que algunos incomprensiblemente difunden como modelo ideal de cambio político y que yo creo que hay que asumir sin orgullo, casi con vergüenza, como la una única opción que los herederos del franquismo nos dejaron sobre la mesa: hacemos algunas concesiones y ya está, o esto o nada. Así que tuvo que ser eso, una enorme chapuza llena de heridas que han ido cerrando lentamente, hasta ahora.
En un contexto político de respeto a los derechos humanos, como el que vivimos en España, es inadmisible la defensa de ninguna posición política, por muy legítima que sea, con el uso de la violencia. Siempre he respetado el derecho de los vascos a decidir su destino, creo que su defensa del derecho a la autodeterminación es legítima pero solo si se hace pacíficamente, utilizando exclusivamente cauces políticos. Y así espero que se haga en el futuro, con la palabra, con la razón y no con la fuerza, que siempre deslegitima al que la usa.
Ante este futuro prometedor, parece cerrarse definitivamente un largo capítulo de la historia de España en el que el empleo de la violencia política ha sido recurrente. Como recuerdan las víctimas de ETA, es también momento del recuerdo de las víctimas, de conservar la memoria. Pero hay que evitar una memoria selectiva, no podemos dejar víctimas en un rincón, como si no existieran. Si miramos a los últimos 50 años de nuestro pasado más reciente, tendríamos que recordar a las víctimas de ETA, por supuesto, pero también a las del GRAPO, a las de la triple A o Batallón Vasco-Español, a las de los Guerrilleros de Cristo Rey, a las del GAL y, sin duda, a las de la dictadura franquista (y no hablo de la Guerra Civil, sino después). Estas últimas son miles y muchas fueron asesinadas después de muerto franco, durante los años en que el franquismo coleó con impetú y algunos sectores de las fuerzas de seguridad del Estado, nunca purgadas, continuaron proclives a “excesos represivos” (todavía en 1981 tres jóvenes comunistas fueron asesinados y quemados en su coche por miembros de la Guardia Civil, fue el famoso “caso Almería”).

1 comentario:

Romano García Medina dijo...

Bien está recordar. El de ETA, efectivamente, es el último de muchos "terrores" en este país.