Se acabó. Por fin llegó la noticia que tan esperámos y que hace décadas debía haberse producido. El abandono de la lucha armada por ETA supone el fin de décadas de violencia política en España. Si se sabe gestionar adecuadamente la nueva situación política que se abre, podemos estar ante un acontecimiento histórico de primera magnitud.
ETA nació a finales de
los años 50 en un contexto muy diferente al actual, nació como un
movimiento de resistencia legítima frente a la dictadura franquista
y eso continuó siendo mientras el régimen autoritario existió,
hasta finales de los años 70. A partir de ese momento, su
pervivencia careció de sentido. De hecho, una rama de ETA, los
poli-milis, abandonaron las armas a comienzos de los 80. Lo que vino
después fue una huida hacia adelante, sin sentido, a ninguna parte,
un verdadera esquizofrenia que provocó una tragedia en Euskal
Herria.
Hoy creo que se cierra
la última puerta entreabierta que dejó aquella chapuza llamada
Transición Democrática, que algunos incomprensiblemente difunden
como modelo ideal de cambio político y que yo creo que hay que
asumir sin orgullo, casi con vergüenza, como la una única opción
que los herederos del franquismo nos dejaron sobre la mesa: hacemos
algunas concesiones y ya está, o esto o nada. Así que tuvo que ser
eso, una enorme chapuza llena de heridas que han ido cerrando
lentamente, hasta ahora.
En un contexto político
de respeto a los derechos humanos, como el que vivimos en España, es
inadmisible la defensa de ninguna posición política, por muy
legítima que sea, con el uso de la violencia. Siempre he respetado
el derecho de los vascos a decidir su destino, creo que su defensa
del derecho a la autodeterminación es legítima pero solo si se hace
pacíficamente, utilizando exclusivamente cauces políticos. Y así
espero que se haga en el futuro, con la palabra, con la razón y no
con la fuerza, que siempre deslegitima al que la usa.
Ante este futuro
prometedor, parece cerrarse definitivamente un largo capítulo de la
historia de España en el que el empleo de la violencia política ha
sido recurrente. Como recuerdan las víctimas de ETA, es también
momento del recuerdo de las víctimas, de conservar la memoria. Pero
hay que evitar una memoria selectiva, no podemos dejar víctimas en
un rincón, como si no existieran. Si miramos a los últimos 50 años
de nuestro pasado más reciente, tendríamos que recordar a las
víctimas de ETA, por supuesto, pero también a las del GRAPO, a las
de la triple A o Batallón Vasco-Español, a las de los
Guerrilleros de Cristo Rey, a las del GAL y, sin duda, a las de la
dictadura franquista (y no hablo de la Guerra Civil, sino después).
Estas últimas son miles y muchas fueron asesinadas
después de muerto franco, durante los años en que el franquismo
coleó con impetú y algunos sectores de las fuerzas de seguridad
del Estado, nunca purgadas, continuaron proclives a “excesos
represivos” (todavía en 1981 tres jóvenes comunistas fueron
asesinados y quemados en su coche por miembros de la Guardia Civil,
fue el famoso “caso Almería”).
1 comentario:
Bien está recordar. El de ETA, efectivamente, es el último de muchos "terrores" en este país.
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