a mi padre, que murió soñando con un mundo más justo

viernes, 19 de agosto de 2011

El impostor

Pretendía mantener mi silencio vacacional hasta septiembre, pero la actualidad ha pesado demasiado. Hoy un impostor se pasea por las calles de Madrid. Un personaje tétrico, de facciones inquietantes y mentalidad profundamente intransigente recorre las calles de la capital. Recordando no tan lejanos tiempos, sus seguidores inundan el espacio público, ese que consideran suyo y sólo suyo, ese que durante siglos solamente pudo ser transitado libremente por ellos o con su consentimiento. No me voy a poner aquí a hablar de lo bochornoso que resulta el papel que nuestro Estado está teniendo en todo esto, tampoco voy a protestar sobre los privilegios de la Iglesia, sobre el incumplimiento de los preceptos constitucionales acerca de la aconfesionalidad del Estado, tampoco sobre los gastos y esfuerzos públicos derrochados. Hace tiempo que tengo asumido que no vivo en un verdadero estado aconfesional, ya paso de todo esto. Qué hagan lo que quieran, sé que terminarán destruyendo la educación pública, sé que nadie tocará los acuerdos con el Vaticano del 77, sé nadie se atreverá nunca a tocar las ilegítimas aportaciones del IRPF, en esto la derrota es segura.
Sin embargo, saben que van perdiendo a gran velocidad el alma de las nuevas generaciones, saben que una sociedad más culta e informada no es posible dominarla con el miedo, con los cuentos de dragones y mazmorras, ni tampoco es posible negarles el acceso a la libertad sexual ni imponerles conductas y comportamientos. Pero su inflexibilidad les impide reaccionar con inteligencia y lo que hacen es un alarde público de sus principios más retrógrados. Miles de niñatos de buenas familias, criados en el catolicismo más cerrado e integrista, se nos muestran en los medios con las caras sonrientes, alegres, llenos de "felicidad en la búsqueda de dios"; en sus caras felices y contentas está grabada con letras indelebles la palabra FANATISMO. En un acto teatral donde todo está medido, estos miles de sonrientes integristas muestran públicamente su fe desafiando a una sociedad secularizada que consideran impía y a la que desprecian porque los ningunea. Al frente dos dignos representantes de la fe: el impostor jefe, de blanco, y un tal Rouco Valera, hombre duro que esconde debajo de sus finas maneras una firmeza que da verdadero pánico. Siempre me he preguntado lo que hubiera dado de sí este hombre en los buenos tiempos de la fe católica en Europa, en esa España del siglo XVII por ejemplo. Estos dos personajes dicen ser, igual que toda esa masa de fanáticos, seguidores de un pobre iluminado que hace dos milenios se conoció como Jesús el nazareno. Eso es lo que menos entiendo de todo, que tiene que ver lo que esos integristas defienden con lo que pregonó hace siglos aquel desgraciado que probablemente fuera un buen hombre.

3 comentarios:

Martín Nuñez dijo...

Con el calor que hace. Lo poco que resta de vacaciones. La crisis que aviva sus llamas. La situación de hambruna en una gran parte de este planeta...y no se cuantas cosas más, querido Juan Carlos, me veo leyéndote esta tarde sobre cuestiones "menores". Venga, buen hombre, no olvides que el paisaje es solo un "estado de ánimo". No vemos muy pronto.

Juan Carlos Doncel Domínguez dijo...

La culpa la tienen los telediarios, Martín. Hasta ayer me estaba bañando en Gata ajeno a todo, pero al llegar a Cáceres sufrí una sobrecarga de información papal que me congestionó, y ya has visto las consecuencias. Tuve necesidad de escribir sobre sus falsas sonrisas,sin más. Salud

Isabel dijo...

ESTOY DE ACUERDO, HA SIDO HORRIBLE. MENUDA CAMPAÑA DE MARKETING NOS HAN HECHO TRAGAR A TODOS. HASTA LOS COJONES. BESOS DESDE `PALENCIA CON P.