a mi padre, que murió soñando con un mundo más justo

lunes, 22 de noviembre de 2010

Lisboa (y Portugal)


Nas nossas ruas, ao anoitecer
Há tal soturnidade, há tal melancolia,
Que as sombras, o bulício, o Tejo, a maresia
Despertam-me un desejo absurdo de sofrer
(Cesário Verde)

Si tengo una ciudad esa es Lisboa, entendiendo como ciudad una gran ciudad. Por sus calles paseó Pessoa y Saramago, de allí tuvo que irse el protagonista de "Sostiene Pereira" y a sus calles llegué yo por primera vez hace 20 años. Veníamos de Galicia, éramos varios compañeros de facultad que mochila al hombro recorrimos durante unos días la costa gallega y, ya en Vigo, decidimos pasar por Lisboa gastando lo poco que nos quedaba. Fue una visita relámpago de la que ya solo recuerdo retazos: la mariscada que nos dimos delante de la estanción del Rossío juntando el poco dinero que nos había sobrado, nuestro intento infructuoso de pedir un café con hielo en la Avenida da Libertade y, sobre todo, nuestro paseo de madrugada, recién llegados a Santa Apolonia, por las callejuelas de Alfama, donde una anciana nos recordó que no era el mejor momento para visitar un barrio que entonces no era demasiado seguro.

Después tardé algún tiempo en volver a pisar sus ruas empedradas, pero hoy vuelvo al menos una vez al año. Sus fachadas desconchadas, su olor a viejo y a mar, su puente, sus barrios, su castillo y sus palacios, todo en Lisboa es especial. Montar en sus elevadores o en sus viejos eléctricos (tranvías), pasear por a Baixa o sentarse un rato a ver pasar el tiempo en el Largo do Chiado, acercarse al atardecer a la Praça do Comercio para ver pasar los barcos bajo o Ponte 25 de abril, refugiarte en una tarde calurosa en el Mosterio dos Jerónimos, dejarte deslumbrar por las vistas del Miradouro de Santa Lucía o desde o Castelo, perderse en el laberinto de la Alfama, cuyas tascas parecen tarsladarte a cincuenta años atrás.

Esa Lisboa vieja, cada vez más sola y abandonada por los lisboetas y más invadida por los turistas, siempre tiene algo que enseñar: en mi última visita disfruté del Museo do Azulejo y me asombré con la Praça de Touros de Campo Pequeno, ya en los límites de la Lisboa de siempre.

Pero Lisboa es también especial por ser la capital de un pequeño país llamado Portugal. No escondo mi predilección por esa tierra que los nacionalistas ultrapatriotas españoles consideran un error histórico. Portugal es el grano en el trasero que les impide reforzar su interpretación mítica de la Historia según la cual España existía ya hace miles de años, en época de la Hispania romana o del reino visigodo (ambos incluían el actual territorio portugués).

Yo no tengo patria y considero un puro accidente nacer en un sitio u otro, pero cuando se tiraron los dados que decidían mi destino, me hubiera gustado que me hubiera tocado Portugal. No hacía falta nacer en Lisboa, también hubiera valido Guimarães, o Aveiro, o Guarda, o Coimbra, o Évora, o cualquier otra hubiera valido.

En España se minusvalora mucho a un país que se considera más atrasado, más conservador, más tradicional, Es una actitud arrogante, estúpida y, además, falsa. Siempre envidiaré a un pueblo que asumió pronto un consenso republicano, donde la plaza mayor de cada pueblo o ciudad se llama Praça da Republica o Praça 25 de abril, fecha que nos recuerda que los portugueses supieron, no como nosotros, acabar con la dictadura con una revolución pacífica hecha con flores y no con fusiles y en la que el ejército se puso al servicio de su gente.

2 comentarios:

Martín Núñez dijo...

Entiendo y comparto mucho de lo que dices de Lisboa y de esa tierra de "más allá de la raya".
Claveles, Plazas, Café, Miradores, Libros y el río y el mar juntos...viajando hacia la isla desconocida. (http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/por/saramago/cuentode.htm).
Saludos

Juan Carlos Doncel Domínguez dijo...

Este blog también podría titularse LA ISLA DESCONOCIDA, no deja de ser un instrumento para encontrarme a mí mismo. Precioso cuento, gracias Martín.