a mi padre, que murió soñando con un mundo más justo

viernes, 6 de diciembre de 2013

Mandela no fue Ghandi

Mandela y su antigua mujer junto a Joe Slovo, dirigente del Partido Comunista Sudafricano, parte esencial del Congreso Nacional Africano en la época de la lucha contra el Apartheid
Ayer murió Mandela y hoy todo el mundo se ha echado a llorar como si hubiera muerto Blancanieves o Ghandi II. No conozco un personaje histórico más mitificado, convertido de forma artificial en el político ideal y adorado por toda una caterva de bienintencionados y pacificistas simplones.
Mandela es una figura política inmensa y uno de los personajes históricos más importantes de su época, pero fue una figura mucho más compleja que la que algunos se han empeñado en simplificar y reinventar.  Cuando pudo utilizar medios pacíficos, cuando pudo buscar el compromiso, lo hizo, pero cuando esa posibilidad no estaba a su alcance no dudó en utilizar la lucha armada para defender los derechos de la mayoría negra y enfrentarse a la explotación económica y la discriminación racial que sufría.
Lo primero que hay que desmontar es que Mandela sea un líder para todos los negros sudafricanos. En una África donde el peso de lo tribal es muy fuerte, Mandela nunca dejó de ser un jefe Xhosa visto con recelo por los zulúes, mayoritarios en algunas zonas del sureste del país. Fue un ídolo para los Xhosa y para la gran masa proletarizada de negros urbanos pero no para amplios sectores de la sociedad zulú. 
Por otro lado, es necesario matizar su imagen de lider pacifista. Durante muchos años su organización, el Congreso Nacional Africano, luchó contra el Apartheid utilizando métodos violentos que los blancos no dudaban en denominar terroristas. Y no lo hizo solo. En un contexto de Guerra Fría y con EEUU apoyando descaradamente al régimen racista como su baluarte en la zona, el Congreso Nacional Africano contó con la ayuda de los movimientos liberadores de inspiración marxista de Angola y Mozambique. El Congreso Nacional Africano (CNA) era un movimiento de cierta heterogeneidad, en el que participaba activamente el Partido Comunista Sudafricano, cuyo dirigente más descatado fue el blanco de origen judío Joe Slovo, desconocido en Europa, pero considerado en Sudáfrica uno de los padres de la nueva Sudáfica. Sin gente como Joe Slovo, que primero fue jefe de los comandos armados del CNA y luego ministro y partidario de la reconciliación y el perdón, la obra de Mandela no hubiera sido posible.
Lo que hace grande a Mandela, a Joe Slovo, a Chris Hani y a otros muchos, fue que cuando el régimen del Apartheid estaba ya herido de muerte, abandonado incluso por sus antiguos amigos estadounidenses, supieron buscar una salida inteligente e integradora a una situación que podía haberse tornado trágica. Mandela evitó un posible conflicto civil y rehuyó la venganza, construyendo una Sudáfrica fundamentada en la integración y el perdón, pero no en el olvido. Al contrario que nuestra transición, la sudafricana no buscó hacer tabla rasa, enterrar lo ocurrido debajo de toneladas de hormigón. Recordó a las víctimas, abrió museos y centros de memoria de la sinrazón racista a la vez que tendía la mano a todos aquellos que querían construir un nuevo país.
Hoy Sudáfrica está lejos de ser un país perfecto: la violencia, el sida, la persistente diferencia de renta entre blancos y negros, las tensiones tribales y otros muchos aspectos dejan claro que queda mucho por hacer. Pero está claro que si Sudáfrica tiene futuro es porque Mandela y otros muchos lucharon y resistieron primero y tendieron la mano después.

2 comentarios:

Joselu dijo...

Me ha sorprendido tu texto en medio de tal cascada de mitificación unánime de un político y ser humano que es ensalzado desde todos los ángulos ideológicos. Y sí, efectivamente, se le ha puesto al lado de Gandhi, no sé si con mucho criterio. Sin embargo, no olvidemos que Gandhi tampoco fue una figura universalmente aceptada. De hecho fue asesinado por un fanático hindú que odiaba lo que significaba su figura por su visión universalista de paz y entendimiento con los musulmanes. La figura de Gandhi fue objeto de controversia en su tiempo, y he leído biografías en que lo recrean como un personaje muy complejo humanamente y en el que todos las perspectivas no eran favorables. Lo que pasa es que necesitamos figuras que nos iluminen y a los que podamos interpretar como intachables y puras. Nadie es puro. Ni Madiba ni Gandhi, pero en un mundo esencialmente corrupto, a lo que parece, hay ciertos faros que se desprenden de la ganga y aparecen como resplandecientes y empiezan a formar parte de nuestra hagiografía. Y, sin duda, Mandela, tuvo grandeza personal y política. Pasar veintisiete años en la cárcel y salir con una visión clara y firme de lo que debía ser la convivencia en Sudáfrica revela un temple singular. Aunque sea por comparación con otros supuestos líderes que han llevado a sus países a la autodestrucción. Pienso en un criminal como Robert Mugawe en Zimbawe que ha destruido totalmente la economía productiva del país. Sudáfrica aseguró su estabilidad precisamente respetando lo que habían hecho los blancos, que no todo había sido malo. Había que desmontar el apartheid pero las estructuras económicas de Sudáfrica no había que deshacerlas, Si no, hubiera sido una catástrofe como en Zimbawe, la antigua Rodhesia.

Juan Carlos Doncel Domínguez dijo...

Como bien dices, Mugawe es el ejemplo opuesto a Mandela. Su locura autoritaria le ha llevado a un callejón sin salida. De todos modos, lo que yo cuestiono no es la figura de Mandela, que evidentemente tiene luces y sombras, lo que cuestiono es la visión simplista que el Occidente que sostuvo y apoyó el Apartheid ha hecho después de su figura. Cuando hablan de Mandela pasan de soslayo del desgraciado papel que las potencias occidentales tuvieron en el mantenimiento durante decenios del régimen racista y también se desentienden de la figura de Mandela como luchador y guerrillero, dirigente de una organización que contaba con un potente brazo armado que hizo frente al Apartheid con algo más que flores y cánticos. Yo, personalmente, a la vez que no idealizo a Mandela si reconozco y valoro sus dos etapas: respeto y justifico la lucha armada del CNA durante años contra un régimen perverso y brutal y aplaudo el giro que en el momento adecuado hizo posible la paz y la convivencia. Salud