a mi padre, que murió soñando con un mundo más justo

miércoles, 5 de octubre de 2011

mendigos


Cáceres es una ciudad muy tranquila. Es una apacible ciudad provinciana sin grandes pretensiones. Es una urbe de funcionarios que alimentan una actividad comercial de segunda categoría que descansa en su capacidad de consumo, limitada pero estable. Aquí nunca ha habido grandes bolsas de pobreza y no existen apenas zonas marginales. Desde hace varios lustros, la mendicidad se reduce a la presencia de gitanos rumanos en la puerta de algún supermercado y al paso de algún mendigo errante que hacía un alto en el camino hacia ninguna parte. Y hablo de mendicidad, que no de pobreza; pobreza y precariedad siempre hubo, aunque dignificada por un estado protector en tiempos de bonanza.
Hace unos días decidí irme a leer al Parque del Príncipe. Al contrario que el parque junto al que vivo, cuenta con amplias zonas de sombra y un microclima cuya frescura se agradece en este comienzo caluroso del otoño. En los veinte minutos de trayecto pasé junto a cinco personas que mendigaban. Era algo a lo que no estaba acostumbrado desde que era un chaval, desde hacía veinte años. Sólo uno de ellos respondía a la imagen habitual de una gitana rumana practicando la mendicidad de forma rutinaria. El resto parecía gente "normal", dignamente vestida y con un gesto de contrariedad y desorientación en la cara. Era evidente que no eran mendigos profesionales ni población marginal abocada a la vida en la calle.
Si tomamos lo que digo como un indicador de algo, es probable que el aumento de la mendicidad esconda detrás un incremento dramático de la verdadera pobreza, la que no se ve, la que se oculta tras las paredes de la casas y corroe el alma de quien la sufre, provocando vergüenza y pudor, pero sobre todo desesperación y frustración. 
Y todo esto ocurre mientras el Estado del Bienestar sufre el mayor acoso de su historia. Los que pretenden destruirlo saben que será una labor de zapa lenta, pero no tienen prisa. Han empezado por cuestionar la mala gestión de la cosa pública, la necesidad de acabar con el despilfarro. La crisis económica es la excusa perfecta, pero estoy seguro de su objetivo final es dinamitar sus pilares y arrasarlo hasta sus cimientos.
 Hoy, mientras la izquierda trata de salvar los muebles y, presa de la desorientación, da palos de ciego, los sectores conservadores políticos y económicos se lanzan sobre una presa débil, quizás herida de muerte. Les escuchamos decir frases como estas: el verdadero Estado del Bienestar es crear empleo, la presión fiscal no puede ahogar a los "empleadores", el sistema de bienestar se ha basado en el despilfarro, el sector público solo gasta y no genera riqueza.
En estos momentos el capitalismo ya no tiene amenazas serias. Es como un animal adaptativo que se reproduce descontroladamente a falta de depredadores. Ya no hay ninguna obligación de pagar la sanidad, la educación o una costosa pensión digna a un montón de "muertos de hambre" cuya capacidad de consumo es muy limitada y, por lo tanto, son prescindibles, innecesarios para el sistema.
La clase media e incluso parte de la media-baja, mejor o peor, podrán pagarse unos servicios básicos suplementarios; mejor o peor podrán contratar un seguro sanitario, podrán pagar parte de la educación de sus hijos y se harán un plan de pensiones. De todos modos, contra ellos no hay nada, ellos consumen y ayudan a sostener el engranaje. Su situación se puede hacer más difícil, pero sobrevivirán. Pero, ¿y el resto? entre un 20 y un 30% en las sociedades desarrolladas (más porcentaje en otros países más pobres) generará más gastos que otra cosa. Son un inmenso lastre humano que ya resulta demasiado pesado.
Para las élites y los sectores conservadores un modelo de sanidad y educación pública de calidad, universal y gratuita es insostenible, pero es insostenible porque es injusta. Injusta porque no es razonable que las "gentes de bien" que trabajan duro para levantar el país tengan que mantener un costoso sistema educativo y sanitario que ellos apenas usan y que disfrutan por su cara bonita un montón de inútiles que deberían conformarse con migajas.
Hoy actuaciones contra la educación pública en Madrid y la sanidad pública en Cataluña, son la punta de lanza de un poderoso ejército neoconservador  que amenaza en  España y el Mundo con destruir la aportación a la igualdad social más grande que ha hecho el ser humano en toda su historia.
Cuando eso ocurra nuestras calles volverán a llenarse de mendigos, de niños pedigüeños que no irán a la escuela, de ancianos enfermos que no podrán pagarse sus medicamentos, volveré a ver una estampa típica de mi niñez en la ciudad de Cáceres: hace treinta años era normal ver ancianos sin pensión montados en carritos tirados por un viejo mulo en los que recogían cartones y chatarras. Pero las "gentes de bien" tampoco estarán conformes, esa parva de mendigos que todo lo inundará será especialmente molesta y su presencia afeará calles y plazas, aumentará la inseguridad y habrá que poner en marcha una nueva legislación contra vagos y maleantes.

5 comentarios:

Alvaro dijo...

Juan carlos esto creo que te gustará

alvaro dijo...

http://www.lavozdormida.es/

Juan Carlos Doncel Domínguez dijo...

me vas conociendo, Álvaro. Gracias por el enlace. Es un placer tener alumnos como tú.

Joselu dijo...

Juan Carlos, es difícil opinar y salirse de los tópicos establecidos sean buenistas o racionalistas. El estado del bienestar es inasumible y como bien dices va a tender a suprimirse. Se basó en una tremenda acumulación de capital que logró -en el primer mundo afortunado- llegar a las clases medias y bajas. Esto se ha acabado. Ya no hay, y lo que haya no será para repartir. Café barato, azúcar barato, productos del tercer mundo baratos para que nosotros pudiéramos consumir con facilidad… Ahora las reglas se vuelven contra nosotros. Creímos estar en el piso principal y nos damos cuenta de que, si no nos espabilamos, podemos acabar en los bajos. Otros parten de nada y pueden subir;nosotros partimos de mucho o bastante y nos cuesta darnos cuenta de que se ha acabado la sanidad pública de calidad para los obreros y pensionistas. Ayer vi un equipo de diálisis en el hogar de un enfermo de riñón que no tenía que ir al hospital. ¿Es eso posible o nos lo hemos imaginado? Más vale que empecemos a darnos cuenta de adónde vamos y tomemos decisiones que nos orienten sobre por qué luchamos.

Esto sólo es el principio.

Juan Carlos Doncel Domínguez dijo...

Joselu, es de agradecer que un bloguero de primera se haya acercado a este pequeño rincón que solo leen algunos buenos amigos y alumnos. Creo que se huele en mis entradas un fuerte olor a pesimismo, que no derrotismo. Creo que el estado del bienestar se acaba, más pronto que tarde y no creo que un GRAPO sea la solución; pero tampoco creo que movimientos como el de los indignados sirvan para mucho. Los viejos tiempos de lucha obrera hace tiempo que pasaron y es probable que no vuelvan. Pero no me gustan las nuevas formas de lucha, desorganizadas, desorientadas, sin alternativas reales y sólidas, DESIDEOLOGIZADAS, vacías de contenido. Son mejor que nada, pero ¡qué poco son!, que poco para tan ardua tarea, POCA FUERZA PARA ENFRENTARSE AL TEMIBLE DRAGÓN. Un saludo.