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Castaños junto a Robledillo de Gata |
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Castaños junto a Robledillo de Gata |
El pasado fin de semana estuve en mis montañas de la Sierra de Gata extremeña y no paré un minuto en mi guarida gateña, me pasé todas las horas de luz haciendo fotos. A mediados de noviembre el otoño se desborda en las montañas, es un frenesí de color que me apasiona. Es la época ideal para hacer rutas pero en mi caso mis pies cansados me lo impedían, de manera que decidí recorrer la Sierra de una punta a otra buscando las mejores fotos de castaños en otoño. Desde Robledillo a San Martín de Trevejo busqué los mejores paisajes e hice más de 150 fotos.
El sábado llovía a mares y el domingo salió un precioso sol, de manera que pude disfrutar del otoño con todos sus matices y lo aproveché al máximo. Sé que puede sonar a bobada, pero para mí pasear entre castaños en otoño es una de las sensaciones más alucinantes que se pueden vivir y no me sustraigo a compartirla con la gente que lee este blog. Los bosques son especiales, pero lo son más si están entre montañas, son castaños y es otoño.
El otoño en las montañas es una época tranquila, sosegada, evocadora. En los pequeños pueblos de la comarca la vida pasa despacio, sin la masa de turistas y emigrantes que la invanden en verano y primavera. En mi periplo por la Sierra solo coincidí con cierto número de senderistas ávidos de los colores otoñales en Robledillo y San Martín de Trevejo, las dos localidades más visitadas con diferencia. Y muchos de esos senderistas no paladeaban sin prisa el bosque, no disfrutaban del paseo en sí, parecían consumidores de paisaje. Un ejemplo de lo que digo lo viví el domingo en el camino entre San Martín de Trevejo y Villamiel. En medio del sendero, obligando al caminante a sortearlo, hay un viejo castaño más que centenario al que todos los años visito en otoño, lo acaricio y me siento en una peña que hay delante a comer alguna vianda mientras descanso a su lado.Por si alguien tiene curiosidad, es el castaño que aparece detrás de mí en la foto de mi perfil en blogger. Pues bien, este año aproveché el viaje fotográfico del pasado finde para acercarme a verlo y me senté como siempre junto a él mientras me comía unas mandarinas. En el tiempo que allí estuve pasaron tres grupos de excursionistas, enfrascados unos en chirriantes debates a voces, a toda velocidad otros, pero ninguno de los grupos se molestó en echar ni una rápida mirada al castaño. Lo ningunearon, incomprensiblemente. Me saludaron con rapidez y siguieron para adelante con determinación. Como es posible que alguien que gusta de bosques y montañas no tenga un maldito minuto para parar en el camino y contemplar un árbol maravilloso, centenario, hueco por dentro a modo de cueva. Por lo menos hubo algo positivo: el último grupo que pasó llevaba en vanguardia a un individuo que decidió detenerse al verme y entablar una breve conversación mientras esperaba a sus compañeros. Cuando estos llegaron y vi que también desdeñaban al magnífico árbol que tenían delante, les llamé la atención sobre su valía y belleza, afirmaron con desgana y se fueron, pero el que conversó conmigo al principio se despidió de mí con un ¡SALUD Y REPÚBLICA! que yo respondí de inmediato pero con suma extrañeza. Conforme se iba me dijo que había visto mi chapa republicana en mi vieja mochila de pana y terminó alejándose diciendo que cada vez somos más y que la República está ya muy cerca. Y pensé que quizás tuviera razón: MI CASTAÑO CENTENARIO VIVIÓ LA I REPÚBLICA, VIVIÓ LA II REPÚBLICA Y SEGURO QUE VIVIRÁ, ESPERO QUE PRONTO, LA III REPÚBLICA. Salud y República.
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