Ha muerto Chávez y mis sentimientos son contradictorios. A mí Chávez no me gustaba, era un populista bananero, histriónico; no me inspiraba confianza, no me gustan los militares metidos a revolucionarios que engatusan a los humildes con verborrea antiimperialista, mucha religiosidad popular (tenía a dios todo el día en la boca) y la promesa obscena de un mundo feliz al final del túnel. No me parecía un hombre serio y con un sólido armazón ideológico. Tampoco me gustaba su tendencia hacia el autoritarismo y su egocentrismo, que a veces rozaba el ridículo. Muchas veces me sonrojaba con las sandeces que decía, algunas (pocas) me reía con sus ocurrencias como en aquel memorable discurso ante la ONU.
Sin embargo, Chávez era también otras cosas. En una Venezuela carcomida durante decenios (quizás siglos) por la avaricia y la inhumanidad de la oligarquía y su fiel ayudante la clase media acomodada, Chávez fijó por primera vez la mirada en los desarrapados, en los miserables que, siendo mayoría, siempre habían permanecido en un rincón, con la cabeza gacha, abandonados, despreciados. Esos "muertos de hambre" siempre le fueron fieles y le permitieron ganar repetidas elecciones por amplia mayoría. Cuando la oposición de blanquitos acomodados atacaba a Chávez y le acusaba de dictador a mi me crecía la indignación: yo me preguntaba ¿quiénes eran ellos para cuestionar la democracia de Chávez y su control (evidente por otra parte) de la propaganda y los medios de comunicación? esa oligarquía blanca acomodada no puede dar lecciones de democracia a nadie porque nunca la practicaron en esa larga eternidad en la que controlaron el poder, tampoco pueden dar lecciones de lucha contra la corrupción porque ellos la practicaron de forma ominosa mientras los pobres no tenían nada, ni pan ni dignidad. Chávez es una consecuencia de esa Venezuela inhumana y oligárquica que tan poco se preocupó de la gente sencilla, sin la desvergüenza de los ricos no hubiera aparecido un iluminado que arrasara en las urnas. Puede que sea un cantamañanas, pero Chávez es su cantamañanas, el cantamañanas de los que no tienen. Cuando él llegó al poder fue la primera vez que los sin nada se sintieron identificados con un presidente en Venezuela.
Hoy, cuando veía el cortejo fúnebre presidido por el vicepresidente Maduro y por Evo Morales, sentí cierta emoción, pero no la sentí por Chávez, la sentí por los miles de venezolanos de clase baja, gente sencilla, que honraban su cuerpo y que ahora que su mesías se ha ido quedan de nuevo expuestos al poder omnímodo de la oligarquía de toda la vida, esa que los llamaba monos y los trataba como animales.
3 comentarios:
Hemos tenido un detonante semejante, Juan Carlos, puesto que yo también he observado a esa gente de Caracas hundida en el desconsuelo por la muerte de Chávez. Lo hemos desarrollado de modo diferente pero tienen aspectos concomitantes. Nuestros artículos son equilibrados considerando la complejidad del fenómeno al que cabe ver desde distintos ángulos. Tú lo has enfocado más socialmente y yo desde el terreno del mito. Me ha gustado ver esta comunicación entre blogs sin previo acuerdo ni conocimiento. Al leer el tuyo he visto otra parte de la cuestión. Yo no he podido concentrarme mucho, puesto que a la vez que redactaba mi hija me preguntaba diferentes aspectos del realismo y modernismo para un examen que tiene mañana. Saludos.
Leí tu artículo y tienes razón, se complementan. Y el detonante ha sido el mismo, esa impresionante muestra de respeto de la gente sencilla. Semianalfabetos, hartos de ver telenovelas pero capaces, cuando quieren, de revestir de dignidad todo lo que tocan. Saludos
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