En los próximos días se celebrará la tradicional gala de los PREMIOS PRÍNCIPE DE ASTURIAS. Se trata, sin el menor asomo de duda, de los premios internacionales más importantes del mundo, solo superados y por muy poco, por los premios Nobel. Pero es cuestión de tiempo que el prestigio de nuestros insignes premios los supere; si no lo han hecho ya es porque nos llevan mucha delantera, los Nobel son bastante más antiguos.
En toda España y en todo el mundo se espera cada año con impaciencia que los jurados den su sesudo dictamen y nos emocionemos con la gala de entrega en el teatro Campoamor. Todos, y cuando digo todos es todos, los asturianos y españoles sentimos un profundo orgullo por la dimensión universal de los premios. Además, la presencia del heredero de la corona española y su esposa realza sobremanera el evento y lo inunda de una original mezcla de nobleza y campechanía. No hay que olvidar que nuestra familia real tiene el récord Guinnes en rotura de protocolo y está dispuesta a no dejárselo arrebatar.
Pero hay otros premios algo más modestos que tampoco podemos obviar. Son los PREMIOS "ALZADO DEL SUELO" que otorga este humilde servidor. Este año el premio "Alzado del suelo" a la mayor paparruchada solemne será otorgado a los PREMIOS PRÍNCIPE DE ASTURIAS. Son inigualables. Lo que oigo o leo sobre ellos me produce la misma sensación que cuando escucho las noticias sobre la familia regia, un inmenso sentimiento de ridículo ajeno y la sensación de que me toman por tonto. Dudo que en el resto del mundo presten la menor atención a esta paparruchada solemne, aunque en España nos han convencido, previo martilleo concienzudo, de que el planeta (y la galaxia) los sigue con interés.
Supongo que para evitar nuevos traspiés, como el que aconteció cuando la tenista Navratilova pasó de los premios como de la mierda, antes de otorgarlos preguntan a los elegidos si van a venir o no. Yo y otros muchos españoles y asturianos, no estaremos (por cierto, tampoco estarán los jugadores del Barça y la mayoría del Madrid, sin duda un feo detalle imperdonable).
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