En su obra poética "El año de 1993", José Saramago incluyó un pequeño relato o cuento poético que quiero reproducir aquí. Habla sobre la libertad y la dominación: una cosa es ser libre y otra cosa es creer que se es libre; seríamos capaces de matar por defender nuestra libertad, pero permanecemos inalterables mientras ésta es socavada de forma sútil, casi inapreciable. El relato se titula "el comandante de las tropas" y dice así:
"El comandante de las tropas de ocupación tiene un hechicero en su estado mayor.
Pero el sentido del honor militar aunque condescendiente en otros casos siempre le impidió utilizar esos poderes sobrenaturales para ganar batallas.
El hechicero tan sólo interviene cuando al comandante de las tropas de ocupación le place usar el látigo.
En esas ocasiones salen ambos a los alrededores de la ciudad y puestos en un punto alto convoca el mago los poderes ocultos y por ellos reduce la ciudad al tamaño de un cuerpo humano.
Entonces el comandante de las tropas de ocupación hace estallar tres veces la punta para habituar el brazo y enseguida fustiga la ciudad hasta cansarse.
El hechicero que entretanto ha asistido respetuosamente apartado apela a los poderes ocultos contrarios y la ciudad vuelve a su tamaño natural.
Siempre que esto acontece los habitantes al encontrarse en las calles se preguntan unos a otros que señales son ésas de latigazos en la cara.
Cuando tan seguros están de que nadie los fustigó ni tal consentirían"
Y yo te pregunto después de leer este cuento, ¿has comprobado si en ocasiones tú también tienes señales de latigazos en la cara?
2 comentarios:
Esas marcas de látigo...tan profundas tantas veces, nos hacen, a veces, sentirnos incluso culpables de haberlas recibido, y, es por ello, que tantas otras las tapemos con el maquillaje de lo cotidiano.
Genial Don José, como siempre.
Salud
Que razón tienes. Con el maquillaje las tapamos, y no del todo, ante los demás, pero no ante nosotros mismos.
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