Yo vivo en un barrio nuevo muy decente, de auténtica clase media, el futuro y el orgullo de España. Hay dos colegios muy cerca, uno público y otro religioso concertado. En el público sobra el espacio y la ratio no es elevada, en el concertado no hay sitio para un centímetro de pista de baloncesto y cualquier día de estos tienen que sentar a los alumnos unos encima de otros. ¿Adivinan a qué colegio asisten la mayoría de los jóvenes de mi barrio?, la respuesta es evidente: al centro concertado. Muchos días veo desde la ventana de mi cocina un mar de uniformes procedentes del “Sagrado Corazón de Jesús”. Del colegio Cervantes, en dirección contraria, apenas entra algún niño. Las calles cercanas al “Sagrado” están colapsadas por padres que diariamente mal aparcan sus vehículos esperando a sus retoños.
Este es un ejemplo, ni mucho menos el más sangrante, del deterioro del prestigio de la enseñanza pública en nuestro país. Si nadie lo remedia, y no parece que alguien lo haga, la educación pública se convertirá en una educación de segunda clase, para inmigrantes y pobres. Una excepción serán un puñado de centros educativos públicos de áreas céntricas y con nivel adquisitivo; otra será la red estatal en zonas rurales, donde con frecuencia no existen servicios educativos alternativos. Fuera de esas excepciones, la educación pública está irremediablemente condenada: la derecha política nunca ha creído en ella, el centro-izquierda no ha sabido o no ha querido luchar por ella. De hecho fue el socialista Felipe González el que extendió el sistema de concertación hipotecando el futuro y las posibilidades de la enseñanza pública.
En la actualidad, cualquier intento de cuestionar esta situación provoca una reacción airada de la Iglesia (80% de los colegios concertados son religiosos), la derecha parlamentaria y amplios sectores sociales. Para ellos constituye un ataque frontal a la libertad religiosa y a la libertad para elegir centro educativo, y eso es inaceptable.
Sin duda, estamos ante un panorama envenenado y degenerado en el que el papel marginal de la enseñanza pública se irá agudizando sin prisa pero sin pausa. En las grandes ciudades el proceso va muy avanzado. Allí, muchos centros públicos se han convertido en torres de Babel y están sobrepasados por los nuevos retos que tienen que afrontar en solitario: inmigrantes, minusválidos, acnee, niños conflictivos, chavales desarraigados. Un crisol de necesidades educativas para unos profesionales desborbados que sufren un desgaste evidente.
Siempre he creído que el objetivo básico de la educación pública y gratuita debe ser la búsqueda de la igualdad social y la superación de las barreras que durante siglos separaron a ricos y pobres. Cada vez estamos más lejos de ese objetivo, pronto la superación de las fronteras de clase será más complicada porque habremos perdido el principal arma para conseguirla.
Exagerando conscientemente, tengo la sensación que en el futuro mi trabajo no será formar futuros ingenieros, abogados o médicos, para eso ya estarán otros colegios e institutos. Yo enseñaré cuatro cosas elementales a los futuros peones, temporeros o barrenderos, hijos a su vez de peones, temporeros o barrenderos. Eso es frustrante, si mi trabajo como enseñante no ayuda a romper las cadenas de clase, no ayuda a concienciar y a conseguir un mundo mejor, para mí tiene poco sentido.
4 comentarios:
Reproduzco...
"Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad , es una historia de luchas de clases.
Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes."
el materialismo histórico es un mecanismo de análisis social eficaz y vigente. Hoy, en nuestro país, la educación es un campo de batalla de clases sociales, y creo que tú y yo sabemos en que bando estamos.
El materialismo histórico es un mecanismo de análisis social eficaz y vigente. Hoy, en nuestro país, la educación es un campo de batalla de clases sociales, y creo que tú y yo sabemos en que bando estamos.
Conozco y vivo día a día esas diferencias sociales que muchos, incluso los profesores de la educación pública, fomentan, al llevar a sus hijos a esos colapsados colegios que "supuestamente" les ofrecerán amistades con cierto nivel social. Pienso que no es tanto la educación como el estatus, pues conozco a bastantes profesores de la privada y concertada,que se enfrentan a los mismos problemas que nosotros, además, los tediosos currículos vienen impuestos para todos. AHH, pero, ¿y el estatus? ése sigue interesando, desafortunadamente,en
esta época en la que perdura la lucha de clases. ¡Una lástima!
Yo he decidido poner mi granito de arena llevando a mi hija a ese pequeño y acogedor colegio donde se vive que todos los niños son queridos, donde se lucha para cambiar la imagen de un colegio tradicionalmente marginal. Sí, delante de nosotras pasan todas las mañanas esos niños uniformados que harán la comunión como Dios manda.
Yo le pregunto a mi hija ¿te gusta tu colegio?, ¿te gusta tu profesora?, ¿te gustan tus amigos? y siempre responde que sí.La respuesta más fácil la encuentro en ella, pues de muchas de mis amistades cacereñas siempre recibo sospresa o silencio.
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