¿Porqué el cuadro de Pelliza da Volpedo en la cabecera del blog? porque no podía ser otro, representa demasiado para mí. Cuando era un adolescente descubrí esta pintura en los libros de Historia, era un recurso gráfico recurrente a la hora de abordar el movimiento obrero como consecuencia del surgimiento del capitalismo industrial en el siglo XIX. Cuando la observaba no resultaba para mí una imagen extraña, el hombre que comanda al grupo, serio y decidido , lleno de dignidad, parecía mi abuelo, vestía como él y tenía ese gesto y esa actitud (aunque mi abuelo no tenía barba). A la izquierda aparecía un joven con una chaqueta al hombro, ese era mi padre hace muchas décadas, cuando él y mi abuelo eran jornaleros en las tierras de Extremadura. Este blog ha sido un homenaje a ellos, por eso también ese título, ALZADO DEL SUELO, el título en castellano de la durísima novela de José Saramago sobre los jornaleros del Alentejo portugués.
Hambre, fatiga, humillación y frente a tanto escarnio y sufrimiento, dignidad y resistencia. Eso dice este cuadro, pero dice más cosas: esos hombres sencillos avanzan hacia el futuro, hacia un mundo mejor para los suyos. Mi abuelo apenas pudo disfrutar de ese nuevo mundo, mi padre podría haber disfrutado más de él pero la amargura por el tiempo que le quitaron y por la expectativas frustradas le aguaron la vejez. Ahora veo con claridad que el futuro hacia el que ellos avanzaban era yo y mis hermanos, yo los miro desde el futuro en el cuadro. Yo he sido todo lo que ellos podrían haber sido y no les dejaron ser: logré un acceso a la cultura y una vida digna. Recuerdo que una de las pocas veces que vi llorar a mi padre fue cuando llegué a casa con la noticia de haber aprobado las oposiciones de secundaria. Se echó a llorar como un niño en el pequeño comedor de su casa de protección oficial. Él, que con ocho años trabajaba de sol a sol, que apenas pudo ir a la escuela y era casi semianalfabeto, tenía un hijo profesor. Fue su gran victoria y yo tengo la obligación de responder al esfuerzo que hizo durante toda su vida para que se abriera una luz al final del túnel, aunque fuera en la vida de sus hijos y no de la suya.
Hoy dispongo de un arma muy afilada que uso todos los días con una intención principal: honrar el recuerdo y la memoria de los humildes, de los nadies que lucharon y luchan por un mundo mejor; honrar la memoria de esos hombres de otra pasta que no se vendían por dinero aún no teniendo ni donde caerse muertos. Soy educador y entiendo que mi labor más sagrada en mi trabajo es esa, recordar a mis alumnos la injusticia social, la desigualdad y utilizar esa arma en defensa de un mundo más justo, y hacerlo con criterio, sin dogmatismos, con rigor y sentido crítico, como me enseñó mi padre casi analfabeto. Siempre que haga eso sabré que estoy haciendo lo que debo y honrando a los mios.
Yo enseño en un centro pequeño de la Extremadura rural. Los bisabuelos y abuelos de muchos de mis alumnos fueron jornaleros, pastores, descorchadores o piconeros. No pocos tienen en sus familias historias trágicas de cárceles, mujeres rapadas y fusilamientos. Intento generar en ellos un poquito de conciencia social. Consigo poco, pero con algo me conformo. En ocasiones ésta ya existe, esta agazapada, dormida, solo hay que despertarla. Basta con que no se avergüencen de los suyos, que se enorgullezcan de su pasado, construido sobre unos dignos cimientos de sufrimiento y sudor. Si los hijos de los poderosos se sienten con frecuencia orgullosos de su origen, enarbolan sus títulos, sus logros y sus victorias, basadas en la opresión de los desvalidos y una abyecta ambición, ¿porqué nosotros no nos vamos a sentir henchidos cuando recordamos a nuestra gente? ¿porqué?.
En el Libro de los abrazos Eduardo Galeano cuenta la historia de un obrero anarquista en la posguerra española. Recién salido de la cárcel, sin trabajo y con una mujer beata que hacía recitar a su hijo continuamente el catecismo. Ese niño no entendía la razón por la que su padre era un terrible pecador, un ateo condenado al infierno y preguntó a su padre: "Si Dios no existe, ¿quién hizo el mundo?" a lo que respondió su padre: "Tonto, al mundo lo hicimos nosotros, los albañiles".
A ESOS ALBAÑILES HA ESTADO DEDICADO ESTE BLOG. Y digo ha estado dedicado porque ya no continuará tal y como lo conocemos desde hace más de cuatro años; morir no morirá, es como un hijo, pero ralentizará mucho su ritmo vital. Contaré algunas cosas muy de vez en cuando, una o dos veces al año, no sé. Entrará en hibernación, quizás vuelvan tiempos en los que tenga nuevas cosas que decir, quizás no. Mientras tanto, me alejo de este mundo de internet, no tengo ganas de que me tiranice y, además, creo que ya he dicho demasiado, creo sinceramente que empiezo peligrosamente a repetirme. Son 150 entradas en las que de una forma o de otra he exprimido al máximo todas las ganas que tenía de comunicar. Me retiro virtualmente a mis montañas; no puedo hacerlo en realidad, pero lo haré en la red: el único de mis blog que funcionará como siempre será el que se ocupa de mi querida Sierra de Gata. Este retiro es simbólico: cada vez me aburre y me cansa más la realidad, me gustaría aislarme en mis montañas pero no puedo, por eso por lo menos lo haré virtualmente. Salud.
Yo enseño en un centro pequeño de la Extremadura rural. Los bisabuelos y abuelos de muchos de mis alumnos fueron jornaleros, pastores, descorchadores o piconeros. No pocos tienen en sus familias historias trágicas de cárceles, mujeres rapadas y fusilamientos. Intento generar en ellos un poquito de conciencia social. Consigo poco, pero con algo me conformo. En ocasiones ésta ya existe, esta agazapada, dormida, solo hay que despertarla. Basta con que no se avergüencen de los suyos, que se enorgullezcan de su pasado, construido sobre unos dignos cimientos de sufrimiento y sudor. Si los hijos de los poderosos se sienten con frecuencia orgullosos de su origen, enarbolan sus títulos, sus logros y sus victorias, basadas en la opresión de los desvalidos y una abyecta ambición, ¿porqué nosotros no nos vamos a sentir henchidos cuando recordamos a nuestra gente? ¿porqué?.
En el Libro de los abrazos Eduardo Galeano cuenta la historia de un obrero anarquista en la posguerra española. Recién salido de la cárcel, sin trabajo y con una mujer beata que hacía recitar a su hijo continuamente el catecismo. Ese niño no entendía la razón por la que su padre era un terrible pecador, un ateo condenado al infierno y preguntó a su padre: "Si Dios no existe, ¿quién hizo el mundo?" a lo que respondió su padre: "Tonto, al mundo lo hicimos nosotros, los albañiles".
A ESOS ALBAÑILES HA ESTADO DEDICADO ESTE BLOG. Y digo ha estado dedicado porque ya no continuará tal y como lo conocemos desde hace más de cuatro años; morir no morirá, es como un hijo, pero ralentizará mucho su ritmo vital. Contaré algunas cosas muy de vez en cuando, una o dos veces al año, no sé. Entrará en hibernación, quizás vuelvan tiempos en los que tenga nuevas cosas que decir, quizás no. Mientras tanto, me alejo de este mundo de internet, no tengo ganas de que me tiranice y, además, creo que ya he dicho demasiado, creo sinceramente que empiezo peligrosamente a repetirme. Son 150 entradas en las que de una forma o de otra he exprimido al máximo todas las ganas que tenía de comunicar. Me retiro virtualmente a mis montañas; no puedo hacerlo en realidad, pero lo haré en la red: el único de mis blog que funcionará como siempre será el que se ocupa de mi querida Sierra de Gata. Este retiro es simbólico: cada vez me aburre y me cansa más la realidad, me gustaría aislarme en mis montañas pero no puedo, por eso por lo menos lo haré virtualmente. Salud.